DOMINGO XXVII TIEMPO ORDINARIO

 CUIDADO CON APROPIARSE DE LA VIÑA QUE ES DEL SEÑOR 

La región costera y norte de Israel produce un buen vino. Aun con una buena tierra es preciso atender cuidadosamente su crecimiento, lo que obliga una tarea ardua para los viñadores y un control exigente por parte del dueño de la viña. Todo esto ha sido recogido por la literatura bíblica para simbolizar al pueblo de Israel, la viña cuidada y guardada por el Señor. El profeta Isaías nos cuenta el canto de amor de la viña de un amigo, que no es sino una fuerte llamada de atención al pueblo de Israel que no ha respondido al cuidado y atención brindada por el dueño de la viña, pues no ha producido lo que debía producir. El profeta exige un juicio de los propios habitantes de Jerusalén, estériles e improductivos, pero parece que no quieren manifestarse pues quedarían al descubierto, así que el profeta concluye con la intervención del dueño de la viña que anuncia un tiempo de desolación sobre Israel, porque han sido infieles al cumplimiento de la Ley. Se les exigió justicia y fidelidad y lo que produjeron fue crímenes y lamentos, pues irremediablemente lo que sembraron cosecharán.

El evangelio está en sintonía con esta primera lectura. Esta parábola de los viñadores asesinos está ubicada en la sección previa a la pasión en la ciudad de Jerusalén en el evangelio de Mateo, dentro de un grupo de discursos. Los destinatarios de esta parábola son los ancianos y sumos sacerdotes, lo que orienta claramente el sentido de la denuncia que encierra el final de la parábola. El evangelista ha realizado una relectura del Salmo 118 tomando la imagen de la “piedra” para hablar de cómo los supuestos responsables del cuidado de la viña del Señor, se han apropiado de ella, rechazando al propio hijo del dueño de la viña, matándolo fuera de la misma, traicionando a su dueño y su propia responsabilidad. Aunque se puede intuir que resultaría ser una denuncia ante las autoridades judías que habían marcado sus límites frente al cristianismo en los años 80 d.C.; sigue siendo una fuerte llamada de atención para todas las generaciones futuras de cuidar con la responsabilidad de hacer producir buenas uvas en la viña del Señor y jamás pretender apropiarnos de la viña que ya tiene un dueño, un amo bueno y solícito, preocupado por todo lo que implica una excelente producción que beneficie a todos. Aquí nos viene bien acoger los consejos finales de Pablo de esta carta entrañable a los filipenses, pues necesitamos siempre un buen discernimiento para actuar, y así no hacer ningún daño a nadie sino más bien asumir con responsabilidad nuestros ministerios por el bien de todos cuantos formamos parte de esta viña hermosa, la viña del Señor. Finalmente, rogamos a Dios que siempre te acerques a tu viña, ven a visitarla, “restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”.

P. Mario

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