Queridos amigos

Ante las propuestas de Jesús y las exigencias de su misión (Lc 17, 1-4), los apóstoles sienten de repente que va a faltarles la fe, que van a necesitar tener más fe. Es por ello que le piden a Jesús que les aumente la fe” (Lc 17, 1-4). Siento que me falta fe, que necesito más fe…, es lo que dicen muchos cuando se dan cuenta de que ya no rezan como antes, que sin razón ninguna faltan a la misa los domingos, que critican más que antes, que se despreocupan de sus deberes…

En relación con la fe lo primero y más acertado que hacen los apóstoles (y hemos de hacer nosotros) es pedírsela a Jesús: Señor, auméntanos la fe. La fe es un don de Dios, totalmente gratuito, y sólo Él nos la puede dar. La mejor y única manera de tener fe y de crecer en la fe es la oración. Nunca conseguiremos tenerla o aumentarla por nuestros propios medios y recursos. Es pura gracia de Dios que la da a quien de verdad se la pide. Hágase según es tu fe, solía decir Jesús a quien le pedía un milagro (Mt 15, 28).

Según Jesús, aunque nuestra fe fuera solo como “un granito de mostaza”, podríamos hacer milagros (Mc 11,22; Lc 17,6), pues para Dios nada hay imposible. Podríamos mandar a un cerro -(de dificultades o dificultades tan grandes como cerros)- o a un árbol -(con solo hojarasca o malos frutos)- (Mt 17,20; Lc 17, 6). No solo podríamos hacer grandes buenas obras sino que tendríamos que hacerlas. pues la fe sin obras es muerta. Más aún la fe llega a la madurez por las obras (Sant, 2, 14-26). ¿Quieres que tu fe aumente y se fortalezca? Haz obras buenas. No importa que no sientas nada o que estés pasando la noche oscura del alma, haz lo bueno que tienes que hacer: tus oraciones, la misa dominical, la reunión de tu comunidad, el ir a trabajar, el compartir con los tuyos, etc. La fe es una virtud teologal y, como todas las virtudes, madura a fuerza de repetir actos, de hacer buenas obras.

La breve parábola del final del evangelio de hoy (Lc 17, 7-10), viene a decirnos que somos de Dios y que le pertenecemos, con mucha mayor razón y fuerza que lo que un ser humano puede depender de otro. Es bueno recordarlo en estos tiempos de negación de Dios. En el contexto de lo que vengo diciendo -(que la fe aumenta y madura haciendo obras buenas)-, esta parábola nos enseña dos cosas importantes: una, que la justificación viene por la misericordia de Dios y no por nuestras buenas obras. Y dos, que después de haber hecho cuanto teníamos que hacer, no pidamos nada  a cambio sino que nos consideremos simples servidores de Dios. Seguros de que Él sabrá recompensarnos con creces.

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