Queridos amigos

 

El matrimonio en el Plan de Dios es lo que nos presenta Marcos en su evangelio (Mc 10, 2-16). Y nos lo presenta como ratificado por Jesucristo, que conoce muy bien el Plan de su Padre Dios. En este Plan se nos dice: 1, que Dios creó al hombre y la mujer; 2, que los creó para que se unan y vivan unidos; 3, que esta unión los hace una sola carne (uno solo) y 4, que, por lo tanto, esa unión es indisoluble y hace adúltera cualquier otra relación sexual de un(a) casado(a) con quien no es su pareja.

El texto de Marcos dice muchas cosas más, pero las susodichas son las más importantes y de alcances y consecuencias muy importantes y muy actuales. Estas cuatro, por ejemplo: NO al divorcio, que rompe la unión querida por Dios. NO a la unión sexual entre divorciados cuya relación es adulterio. NO a la unión entre homosexuales y lesbianas, cuya relación es contra natura. NO al aborto, que mata en el seno materno a los niños que Dios regala… Pero más allá de estos y otros NO, el Plan de Dios sobre el matrimonio es, ante todo y por sobre todo, tremendamente positivo. Tanto que, por decirlo a nuestro modo, “Dios se las jugó por el matrimonio”.

Dios que es uno y trino  -tres Personas y una sola naturaleza: unidad en la diversidad– , quiso ser reflejado como tal en cuanto hizo. Dejó la imagen de su propio ser especialmente en la unión del hombre y de la mujer  -dos en una sola carne- ,como Dios es tres en una sola naturaleza. Y dejó la imagen de su propio amor en el amor del hombre y de la mujer, para que sea fiel, feliz y fecundo. De esta manera, confió al matrimonio la gran misión de ser su imagen viva en la tierra…

Digamos que en el Plan divino, el matrimonio es su creación por excelencia. Pide que la unión del hombre y la mujer sea para siempre, como lo es en Dios la unión del Padre-Hijo-Espíritu Santo. Pide también que los-dos-en-“una-sola-carne” vivan su comunión afectivosexual y complementaria como personas, iguales en cuanto tales, pero diferentes entre ellas, y con un destino común. Una comunión que se consolida y prolonga amorosamente en los hijos. “Carne y huesos” de sus padres, los hijos son la prueba viva de que, en efecto, los papás son una sola carne concretada en ellos, y que son el nudo que enlaza definitivamente su amor de esposos.

El matrimonio cristiano podrá estar aún lejos de lo que Dios “quiere”, pero ahí está, con toda su belleza y grandeza. Y requiriendo una seria, prolongada y sincera preparación de quienes han de ser esposos y padres cristianos.

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