El evangelio del día de hoy nos relata el conocido pasaje de la multiplicación de los panes. Este signo que el Señor hace está presente en los cuatro evangelistas. Jesús se presenta como el acompañante del hombre en su peregrinación por el mundo hacia el Reino definitivo de Dios. En su andadura de identificación con Cristo y de adhesión al Reino que el Señor predica y construye surgen dificultades por el camino: hambre, cansancio, penurias de diversa índole y el Señor siempre está atento y solícito para prestar ayuda y así reanudar la marcha. Ofrece pan a los necesitados. Él mismo se hace “pan” para el peregrino. Jesús, no comprendido todavía por muchos que le rodean, actúa con amor curando a los enfermos y dando pan a los hambrientos. Jesús parte el pan y lo comparte con la gente. Siente necesidad de colaboración e indica a sus discípulos que lo distribuyan a los más necesitados. Jesús toma la iniciativa en el “dar” y delega en el “repartir”.

Todos los evangelistas describen la multiplicación de los panes en estrecha conexión con la Eucaristía que Jesús instituye en la Última Cena, “tomó el pan, elevó los ojos al cielo, pronunció la bendición y lo repartió” (Mt.14,20).Jesús al repartir y compartir el pan no solamente satisface las necesidades orgánicas de las personas sino que también les abre el corazón hacia el encuentro vivencial con su vida. Por eso sobran palabras para manifestar la importancia que este sacramento tiene en el ámbito de nuestra fe. Actualizamos el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor y se nos da como alimento para que nosotros tengamos vida.

El pan de todos –que es el pan de Dios- es el pan compartido. En él está la vida, en él participamos de Dios, en él está presente Jesús. En la acción de compartir entramos en comunión todos los que participamos del mismo Cuerpo y de la misma Sangre. En el amor, esencia del pan eucarístico, hacemos realidad el gesto de Jesús que nos da vida en abundancia.

El signo de la multiplicación de los panes es un canto a la solidaridad, sensibilidad, compasión y cercanía a los hombres. El Señor supera la insensibilidad humana, la indiferencia social por el necesitado, el mero cumplimiento de la ley fría y excluyente y nos llama a gestos de compartir lo que somos y tenemos en beneficio de los demás, especialmente de los más necesitados.

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