Queridos hermanos: una vez más nos volvemos a encontrar para que juntos compartamos el mensaje de salvación que el Señor nos quiere transmitir. Sin duda, creo que ha sido una semana y seguirán siendo estos días, unos días bastante agitados desde el ámbito en el que nos toca vivir, creo que la mayor muestra de solidaridad con el país es unirnos para hacer fuerza en bien de desaparecer, en primer lugar de nuestras vidas el pecado de la corrupción, que no nos permite caminar con libertad, con confianza y con seguridad en un país que está aportas de celebrar su Bicentenario. No puede verse empañado nuestras celebraciones por actos nada saludables para nuestra sociedad.

Queridos hermanos, el evangelio de este domingo nos presenta una figura bastante alentadora para este tiempo: vengan a este sitio tranquilo a descansar. Pongámonos a pensar, qué lugares en nuestra vida en la situación en la cual estamos pueden ser considerados lugares donde yo pueda descansar de la mano del Señor. Sin duda, es un tiempo cargado de mucha aflicción, no podemos encontrar paz si nuestro corazón no está tranquilo, porque es en el Señor en quien encontramos ese verdadero pastor que nos conduce por caminos y pastos reconfortantes, es el buen pastor que nos alimenta y nos da la fortaleza para caminar por las sendas del bien y de la justicia, una justicia que no esté manchada por la lacra y la mediocridad de la corrupción.

Otro momento que vemos en el evangelio es la necesidad que tiene la gente de encontrarse con el Señor, tanto es así hermanos, que nosotros mismos cargados de nuestras alegrías, de nuestras penas, nuestros gozos y tristezas vamos en busca del Señor, sin importarnos el lugar donde lo podamos encontrar. El sentido que le damos a nuestra propia existencia, es la búsqueda de Aquel en quien solamente podemos encontrar tranquilidad y paz. ¿Por qué buscaban al Señor, por qué se trasladaban de un lugar a otro, por qué esa urgencia de encontrarse con él?  Porque él es el verdadero y auténtico Señor que da sentido a nuestras vidas.

No podemos permanecer tranquilos si sabemos que nuestro pastor no está con nosotros, él nunca nos abandona. El Buen Pastor ha dado y da su vida por nosotros y aquí debemos poner en práctica una virtud muy cristiana y muy perdida en este tiempo, tenemos que aprender a tener compasión y misericordia con el hermano, con uno mismo, con los demás, sentir compasión es sentir la misma ternura de Dios que entra en nosotros para confortarnos y el ansia de seguir creciendo en el Señor, aquel que no tiene esa virtud de compasión no puede ser llamado cristiano y no debería ser llamado cristiano.

Queridos hermanos en este tiempo que nos toca celebrar un aniversario más de nuestra amada patria, tengamos presente que en nosotros está también la solución, así como nos unimos para la marcha, tomando las palabras del cardenal Barreto, unámonos también en la propuesta, que tengamos estos días unas Felices Fiestas Patrias.

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