En este domingo la palabra de Dios proclamada nos invita a confiar en aquel que cuida siempre de nosotros, más allá de las dificultades y problemas que enfrentemos a lo largo de nuestra vida.
Hablando el Señor Jesús a sus apóstoles les invita a que no tengan miedo a los hombres, ya que ese miedo podría llevarlos a acomodarse a su conducta y entonces dejar de anunciar el evangelio de la salvación, que es una invitación a iniciar una nueva manera de vivir, donde el realizar la voluntad de Dios, realizarla movidos por amor a Dios y no por la exigencia de la Ley, es lo que conviene a todos.
Hay una recomendación que hace el Señor a sus Apóstoles y es que no deben tener miedo a los que pueden matar el cuerpo, pero no el alma, y es que aquel que nos ama desde siempre, Él cuidará de nosotros y nos hará participar de su vida eterna.
Llega a decirles otra recomendación y es que deben temer a aquel que puede destruir con fuego alma y cuerpo. Y ciertamente hay que temer a aquel capaz de engañarnos haciéndonos creer que hacer lo que él nos sugiere es lo que Dios quiere que hagamos sus hijos e hijas y de esta manera nosotros tomemos decisiones que en vez de ayudarnos a trabajar en nuestra salvación más bien nos llevan hacia la perdición.
Recordemos aquí que el engañador solo nos sugiere y que somos nosotros los que tomamos las decisiones de actuar el bien o el mal. Es decir, es de nuestra responsabilidad personal las acciones que realizamos y son estas decisiones las que hacen la diferencia entre buscar la salvación o perdición.
Somos nosotros mismos los que podemos destruir con fuego nuestra alma y cuerpo.
Por eso la recomendación del Señor nuevamente es de no tener miedo ya que el Padre que está en el cielo cuida de nosotros más allá de los problemas, dificultades y eventualidades que experimentamos en nuestra existencia, y nos cuida porque nos ama, y quiere nuestro bien, pero también quiere que aprendamos a tomar decisiones acertadas “si alguno de ustedes se pone de mi parte ante los hombres yo también me pondré de su parte delante de mi Padre que está en el cielo”. Nuestras decisiones nos deben ayudar a realizar el bien que Dios quiere que realicemos por amor a Él y en bien del prójimo.
Las decisiones que tomemos deben ser siempre mirando el actuar de aquel al que seguimos porque nos hemos encontrado con Él en nuestra experiencia de vida, Jesucristo Hijo del Dios vivo y Señor nuestro.

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