Juan el bautista se sabe llamado a la misión de preparar el camino del Salvador, es consciente que su misión es dar testimonio de aquel que viene enviado por Dios para ser su Mesías. 

Por eso como parte del testimonio que debe dar delante del pueblo de Dios, Él, que toma para si las palabras del Profeta Isaías para identificarse delante de aquellos que vienen a preguntarle “dinos que dices de ti mismo para poder llevar una respuesta a aquellos que nos han enviado” llega a decir de sí mismo “yo soy la voz que grita en el desierto: allanen los caminos al Señor”, por eso dando testimonio del Mesías en aquel tiempo Juan proclamaba: “Detrás de mi viene uno que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias”. Y no contento de esta proclamación sobre la dignidad del que viene detrás de él también hace notar la diferencia entre el bautismo practicado por él en el río Jordán donde bautizaba con agua como señal de que quienes lo recibían se comprometían a iniciar un nuevo estilo de vida más concorde con la voluntad de Dios alejándose de la vida desordenada que llevaban y el bautismo que va a practicar aquel del que dice que “no merezco agacharme para desatarle las sandalias” quién “los bautizará con Espíritu Santo” aquel Espíritu que hace clamar “Abba” a aquellos que elevan una oración a Dios. 

Bien podríamos decir que el bautismo practicado por Juan el Bautista, era un bautismo de CONVERSIÓN mientras que el bautismo practicado por y en nombre del Señor Jesús es un bautismo de FILIACIÓN, es decir un bautismo que nos hace hijos de Nuestro Buen Padre Dios. 

Es en este contexto de testimonio que se presenta el Señor Jesús para ser bautizado por Juan en el Jordán, el Señor Jesús se había desplazado desde Nazaret de Galilea hasta las orillas del río Jordán donde Juan bautizaba con agua, y es aquí que luego de haber sido bautizado “apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y el Espíritu bajar hacía Él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. 

Si en la Nochebuena fue el ángel enviado por el Señor a los pastores de la montaña para anunciarles una noticia motivo “de una gran alegría para todo el pueblo” quien daba testimonio en relación al Niño nacido en el portal de Belén “envuelto en pañales y puesto en un pesebre”, transcurrido el tiempo llegarían unos “magos venidos de oriente” buscando a uno que había nacido y preguntaban “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?” y daban testimonio “Porque hemos visto salir su estrella…”, es decir una estrella daba testimonio del nacimiento del niño nacido en Belén del que se había dicho “les ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor”. 

De este mismo niño ya crecido del que se dice que “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres” es de quien ahora una voz del cielo da testimonio haciéndose escuchar “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. 

De esta manera se completa el testimonio sobre quién es el Señor Jesús no solamente al pueblo de Israel y a los pueblos gentiles, sino que estos testimonios ahora son corroborados por la voz del cielo para todos los creyentes que en Cristo hemos pasado a formar un solo Pueblo. 

Es Dios mismo quién ahora da testimonio sobre quien es el que ha nacido niño en Belén y que como señal para reconocerlo era “Encontraran un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” y por quién entonan la multitud del ejercito celestial aquel himno que aún hoy la Iglesia alborozada entona “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. 

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