Queridos hermanos, la alegría de los últimos días del nacimiento del Señor nos sigue llenando de paz y nos impulsa a mirar un nuevo horizonte, donde podamos descubrir cada día lo que realmente queremos ser: buenos y santos cristianos.

Es el día de la manifestación del Señor a las naciones, mediante los reyes que han venido a rendirle un merecido homenaje y traerle regalos, al rey de reyes.

Creo que nos viene bien preguntarnos qué regalos le vamos a ofrecer al Señor, porque durante toda nuestra vida el Señor no deja de sorprendernos cada día con pequeños signos que nos alegran el día o al finalizar el mismo. Estos reyes le trajeron lo mejor que tenían, porque sabían que sus dones no lo ofrecían a cualquier rey.  No le trajeron grandes cosas, sino lo que verdaderamente era necesario.

Miramos el pesebre y nos fijamos en todo lo que verdaderamente rodea al Señor, cosas y personajes sencillos.

Hermanos, el primer regalo a ofrecerle es la VIDA, que se nos da como don gratuito para cuidarla y defenderla en todas sus etapas. No podemos permanecer indiferentes frente a tantos maltratos que sufre la persona, frente al odio, la violencia, la guerra, las muertes sin sentido y el comercio con la vida misma, esto tiene que parar. La vida el mejor regalo que Dios nos dio y que le ofrecemos con amor. Un segundo regalo es la FAMILIA, ofrezcámosle al Señor el amor que nos tenemos entre padres e hijos y entre esposos. La primera escuela no debe ser desarticulada, ni en el ámbito civil ni religioso, respetemos esta célula básica de la sociedad, que nuestras familias sean como la familia de Nazaret. Finalmente, unámonos para ofrecerle al Señor nuestro MUNDO, hay tantas cosas que debemos empezar a resanar en nuestra casa común, hay tantas cosas que deben parar, hay que legar un mundo mejor a las próximas generaciones, donde reine la paz y el bienestar. No será oro, incienso y mirra que le llevamos al Señor, pero le presentamos el ORO de la VIDA, el INCIENSO de la FAMILIA y la MIRRA de nuestro MUNDO.

Sin duda, hay mucho que ofrecerle al Señor, hay mucho que llevarle, no son cosas materiales, son cosas que se intercambian con el mismo regalo que se nos dio. No le quitemos el protagonismo al que verdaderamente es el dueño de todos los regalos del mundo y no nos olvidemos de llevarle presentes a los hermanos que están sufriendo y viven en situación de pobreza extrema, tengámosle presentes durante todo el año, no solo en fechas memorables.

Que la manifestación del Señor a todas las naciones del mundo, nos comprometa a seguir evangelizando a las personas que aún no le conocen. Construyamos una Iglesia madre y de puertas abiertas, que sabe esperar a los hijos y les brinda un abrazo fraterno

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