Queridos hermanos, estamos en el domingo, día del Señor, alegrándonos y festejando la vida que nos regala y el don admirable de su misericordia y amor para con nosotros sus hijos. No queremos perder este día oportuno, para darle nuestras muestras de cariño y gratitud por todo lo que nos regala.

Hoy es también un día que nos permite hacer un alto y ponernos a pensar en el tiempo que pasa para mirar en el último profeta que une la antigua alianza con la nueva, el signo de esperanza del Mesías prometido y anunciado por boca de los profetas. Hoy no es el día de la luz, hoy recordamos a aquel hombre que vino al mundo anunciarnos un tiempo de conversión para preparar nuestros corazones y recibir al Señor en nuestras vidas.

Juan el Bautista, como lo conocemos desde las Escrituras, es el único santo, después de la Virgen, que recordamos su natalicio, con el fin de mirar en la obra de la salvación el misterio insondable de Dios, misterio que inicia con el relato de la concepción del precursor del Señor. Y en el gesto de poner el nombre al hijo de Isabel y Zacarías, vemos que cumplir la voluntad de Dios trasciende hasta las propias tradiciones del pueblo más arraigado, no se dejan llevar por lo que dicen los demás, no dejan estos padres que decidan sobre ellos, anulando directamente la voluntad de Dios.

El gesto de pedir una tablilla para escribir el nombre de Juan, es decirles a todos que este niño, es obra de Dios, y solo en Dios todos ponemos nuestra confianza, todos somos fieles al designio de Dios. El nombre directamente dado por Dios nos recuerda dos significados propios de los cristianos: primero, quiere decir que Dios tiene algo mayor reservado por é; segundo, que por el nombre, Dios nos llama a iniciar nuestra propia historia de salvación. Ante esta realidad cada uno cumple el rol decisivo en la vida del otro, sin que las decisiones de los demás anulen la libertad, de hacer primar en todo y en cualquier circunstancia la voluntad de Dios. No es una obediencia a ciegas, es poner nuestra confianza, porque sabemos bien que él no puede fallarnos. Vivir desde, en y para Dios, nos puede generar más de un momento incomodo, pero como dice un viejo refrán, “no vivimos de lo que dice la gente” vivimos en la manos de Dios, si aceptamos los bienes recibidos de Dios ¿no vamos aceptar los males?

Queridos hermanos, la venida de Juan el Bautista, nos recuerda ese camino que nos proponía, un bautismo de penitencia, es decir un camino que nos permita preparar con seguridad que nuestra salvación estaba ya cerca, pero que sin duda alguna necesitábamos no desorientarnos por los tumultos del mundo, sino saber discernir a luz de los día que viene y van, cuál es verdadero sentido que le estoy dando a la vida.

Hoy en nuestra patria celebramos también la festividad más grande nuestra selva peruana, y queremos unirnos en la defensa del medio ambiente y prepararnos con la intercesión de nuestro santo patrón para el Sínodo de la Amazonia. Y le damos gracias a Dios por el trabajo en el día del campesino, por cada hombre y mujer que trabaja y cuida nuestra ensantada.

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