¡ATENCIÓN!, LLEGA VISITA IMPORTANTE

La visita de un personaje renombrado genera muchas expectativas. La atención debe ser impecable. Todo se planifica de tal manera que el visitante pueda llevarse una buena impresión de lo bien que ha sido tratado. Algo así pasa cuando llega el Adviento. Cristo está por llegar a nuestra vida y tenemos que preparar bien el hospedaje de nuestro corazón. Ahora bien, aunque nos preocupemos mucho por lo que tengamos que preparar, la venida del Señor, resulta ser tan beneficiosa para nosotros que no tienen parangón. Isaías lo presenta como una realidad paradisíaca. ¿A quién no le gustaría vivir en este mundo hermosamente descrito por el profeta? A gritos le pedimos eso al Señor, pero no nos damos cuenta de que hemos sido nosotros los que hemos distorsionado esta alegre armonía de la creación (Gn 1-2). Pero aun con eso, Dios suscita “un renuevo en el tronco de Jesé” (padre de David en la tradición judía), una nueva humanidad tiene que surgir, necesitada de la gracia del Espíritu que concede el conocimiento verdadero de que lo creado viene de la mano de Dios. Este es el conocimiento recibido por el Espíritu, no el que busca arrebatar el hombre en su afán de querer ser como Dios (Gn 3). Pablo también buscó en su proyecto evangelizador trascender la realidad de lo que pudiera separar a los miembros de la comunidad cristiana, y lo comparte a los cristianos de Roma, donde les exhorta a superar la separación entre los “fuertes” y los “débiles” (15,1), y a comprender el mensaje de la Escritura que comunica el deseo de Dios, de que los “gentiles” participen también de la promesa hecha a Israel. El lenguaje radical de la esperanza mesiánica escatológica llega a su máxima expresión con Juan el Bautista. Su mayor denuncia en este evangelio de Mateo es la falsa confianza de quienes se presentaban como los “protectores de la fe judía” atribuyéndose la filiación de Abraham, pero portándose como insensibles ante los que faltasen a las normas cultuales y no siguiesen la tradición de los antepasados. Éstos no fueron capaces de dar frutos de conversión, y por tanto, no estuvieron preparados para reconocer ni a Juan ni a Jesús pues ambos terminaron en suplicio. A mayor confianza, mayor responsabilidad. El Mesías tenía que venir, pero siguiendo la temática de Juan el Bautista, éste debía venir a restaurar el orden de Dios por la fuerza de un cernidor definitivo. Estamos en adviento y es preciso evaluar nuestra concepción del Mesías de Dios. No es solo cuestión de esperar su venida, sino de vivir la esperanza de esa venida porque nada se logra solo con el deseo; es preciso ponerlo en práctica. No se conseguirá paz sino dialogamos; no se logrará la justicia sino nos empecinamos en actuar siempre correctamente. ¡Ven Señor Jesús! Así, busquemos hacer realidad lo que proclamamos en el Salmo: “Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente”.

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