Cambios necesarios

“De las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas”, leemos en la profecía de Isaías de este domingo. Esta frase resume creo yo el compromiso de este tiempo de Adviento que comenzamos, para preparar el corazón en esa doble esperanza a la que nos llama la liturgia: la segunda venida del Señor y la memoria de aquella primera venida, la del pequeño Jesús que nace en un pesebre para traernos la salvación a la humanidad. El corazón del hombre está ensombrecido por el azote de la guerra, la enemistad entre compañeros, las riñas y discusiones en las familias, la manipulación de los sentimientos del otro…Ya es tiempo de cambiar espadas por arados, los que nos ayuden a sembrar campos de paz; la terribles y sangrientas lanzas por podaderas, para cuidar las plantas que van creciendo y puedan surgir bien. Nuestro mundo necesita detener su rumbo porque no tiene orientación. Comenzar de nuevo no es fácil, nunca lo fue.

La profecía de Isaías anima a que Israel después de la experiencia del exilio se anime a volver a confiar en Dios. Pero este Dios ya no solo quiere ser de Israel, quiere convocar a numerosos pueblos, porque su salvación no es restrictiva, es abierta a toda la humanidad. Israel no había comprendido su misión así hasta entonces.

Pablo propuso en la carta a los Romanos su proyecto evangelizador, justamente releyendo en clave escatológica y universal la salvación de Dios. No podemos confesar la fe en Cristo si nuestra vida se está dejando llevar por los deseos desordenados y no por la fuerza del Espíritu. De allí que la imagen de la vigilancia haya sido la que caracterice este tiempo de adviento.

Los evangelistas también dejaron constancia de esa esperanza escatológica en aquellos discursos ubicados antes de la pasión como el del pasaje del evangelio de Mateo de este domingo. El ejemplo que propone Jesús con la historia de Noé es una relectura judía que entiende el tiempo de la construcción del arca como el tiempo que Dios ofreció a aquella humanidad corrompida para aceptar ser salvada; pero solo pudo acogerla la familia de Noé. La advertencia a estar preparados para la segunda venida no solo genera una tensión de futuro sino evidencia un compromiso del presente. Por eso la vigilancia aunque ejerza una función a futuro, no sirve sino se piensa en estar lo suficientemente sobrio y despierto en el presente. Por tanto, hermanos y hermanas, al inicio del adviento, ¿qué espada estás dispuesto a envainar para buscar sostener un buen arado? ¿Qué lanza tienes que dejar de lado para empezar la tarea de podar en tu propia vida? Jesús está pronto a venir, no quiere encontrarnos entre peleas y rivalidades, sino sembrando y podando, haciendo algo útil para que otros corazones se dobleguen con la fuerza del amor, para la edificación de un mundo mejor, de un mundo en paz. Una última reflexión: estemos atentos, porque se oyen voces que confunden la Palabra de Dios con deseos de poder humano. No se puede apoyar la violencia o los destinos políticos de un pueblo sustentados en una lectura fundamentalista de la Biblia. Eso es manipular la conciencia de la gente y malinterpretar la Sagrada Escritura. Dios quiera que vivamos un adviento que nos lleve a saber esperar al único Rey de Paz y que nos ayude a irradiar su única ley: el amor.

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