Queridos amigos

Desde la Navidad, la iglesia y los cristianos venimos centrando nuestra mirada y atención en el Niño Dios, recién nacido. Hoy la iglesia nos pide mirar también a María y José y contemplar en conjunto la Sagrada Familia. Contemplarla tal como nos la propone el evangelio de hoy (Lc 2, 41-52), es decir, transcurridos ya doce años y con algunos apuros y malentendidos. No son graves, pero nos muestran que la familia de Jesús, María y José, es tan humana y necesitada como la tuya o la mía. Es sagrada ciertamente y ejemplo para las nuestras, pero con sus debilidades y necesidades (alimentación, vestido, trabajo, impuestos, etc.), que nadie sino ellos los van a resolver.

Es esta faceta humana y frágil de la Sagrada Familia lo que la iglesia quiere que veamos al proponérnosla como medelo. Su santidad, ciertamente, pero también su manera de tratar y resolver los problemas. Si pese a todo, ellos pudieron llegar a ser una Familia Sagrada, ¿por qué nosotros no? Hay que ponerle voluntad y empeño. Y darle gracias a Dios, porque le plugo instituir la familia, basada en el matrimonio de un hombre con una mujer, para ser como el seno y el hábitat naturales de la vida del hombre. Él mismo, cuando decidió hacerse hombre, lo hizo en el seno de una familia.

Digamos un par de cosas sobre el fundamento y la razón de ser así de nuestras familias, para que no se crea que se originaron por costumbres sociales o por imposiciones religiosas. Digamos 1º que el fundamento de la familia -(lo que la legitima a existir)-, es la felicidad y la complementación del hombre y de la mujer, que se unen en el amor y abiertos a la vida, cumpliendo así el deber de la conservación de la especie humana. Digamos 2º que el instinto de conservación de la especia humana es anterior, por milenios, a cualquier ley positiva natural (leyes humanas) o religiosa (religiones). Si no hay familia no hay garantía de supervivencia de ninguna especie animal, tampoco la humana.

Para los cristianos, Dios que es familia (diversidad en la unidad) hizo todas las cosas poniendo su impronta en las mismas. No hay dos cosas iguales, pero todas confluyen a la unidad. Esta ley de la diversidad en la unidad y viceversa, la pensó sobre todo para la unión del hombre y la mujer: serán dos en una misma carne, dijo (Gen 2,24) De este modo convirtió al matrimonio y la familia en icono vivo suyo, que es Dios Unitrino. Es decir, como Dios es uno en tres personas, así la familia es uno en dos, luego en 3, 4, etc. personas, según el número de los hijos.

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