Queridos hermanos celebramos este domingo el día de la Santísima Trinidad y se nos recuerda un misterio que nos permite adentrarnos en la profundidad del amor que une a las tres personas divinas.

No intentemos comprender este misterio, que sin duda sobrepasa nuestro conocimiento, puede que no podamos comprender la totalidad, puede que nos sea bastante difícil mirar este misterio solo con ojos humanos. Creo que la mayor necesidad es fijar nuestra mirada en lo que realmente los une. Más que comprender el misterio, es intentar plasmar desde nuestra realidad un estilo de vida que nos permita configurarnos al estilo auténtico de la Santísima Trinidad, es decir, nuestra vivencia enfocada en el misterio del amor, porque eso es lo que hace que la Trinidad se mantenga unida.

Este misterio, es misterio no para comprenderlo, sino para vivirlo y para vivirlo desde la situación en la que nos encontremos cada uno de nosotros. Así, vivimos por el Padre en continuo agradecimiento por el regalo que nos ha dado a través de la historia, que es el don de la creación y desde allí viene nuestra primera exigencia: cuidar la casa común que el Padre nos ha entregado.

Nuestra vida es Cristocentrica porque desde Cristo nuestra vida como hijos de Dios toma un verdadero sentido de filiación divina. Todo nuestro caminar se centra en él y de él tomamos nuestra partida y a él tendrá nuestro fin. Así Cristo es el modelo auténtico de seguimiento del Padre y de compromiso con el mundo, es decir, la salvación desde los hombres, para los hombres y con los hombres.

Finalmente, el Espíritu Santo nos impulsa a caminar desde nuestra realidad, involucrados en la misión continua de la Iglesia, una misión que no cesa, no terminará y no se acabará porque esta fuerza que nos ha sido dado nunca nos será quitada, la iglesia es Templo del Espíritu Santo y como templo,s nos unimos a ella para venerarlo y adorarlo. Así, los tres forman parte de nuestra vida indistintamente que la podamos diferenciar, solo en el bloque del amor nuestras dudas se disipan y así liberamos nuestra carga.

Queridos hermanos, que a la luz del evangelio de este domingo podamos durante esta semana intentar y hacer el esfuerzo de poder adentrarnos en el amor de la Santísima Trinidad, un amor que tiene la fuerza de una cadena que nunca se rompe, un amor indivisible, un amor que lo acepta todo. Así la Trinidad se configura como el auténtico amor y la comunidad por excelencia que anima al hermano para no perder de vista la centralidad de nuestra vocación.

Que la gracia del Señor Jesucristo que nos llamó a permanecer uno con Dios nos anime a reconocer en él la fuerza liberadora de la salvación; que continuamente demos gracias al Padre por el don maravilloso de la vida y de la creación y que el Espíritu Santo nos anime a caminar fortalecidos en el rumbo misionero de la Iglesia, para hacer de todos los pueblos discípulos del Señor.

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