SIN CRISTO NO PODEMOS HACER NADA

La dimensión eclesial es tratada en el evangelio de Juan en el capítulo 15, donde usando la alegoría de la vid y los sarmientos, se estructura un discurso dentro de la larga sección de la cena previa a la pasión (Jn 14-17). Uno de los cultivos con los que se ha identificado Israel en la historia bíblica es la vid y por tanto, el autor asume esta representación pero lo aplica ahora a la comunidad cristiana con el adjetivo “verdadera” como antes se utilizó para hablar del pueblo de Israel. A modo de una alegoría (identifica cada elemento de comparación) desarrolla cómo gracias al acto salvador de Jesús nos hemos vinculado íntimamente al Padre y esto trae un beneficio extraordinario, pero a su vez exige mucha responsabilidad. La sequedad de una rama obliga a que sea arrancada por el bien de la comunidad; la poca posibilidad de que una rama pueda dar fruto exige que deba ser podada para que pueda generar la producción requerida; la fiel permanencia unida a la vid genera una productividad excelente. No se puede vivir una experiencia de fe al margen de Cristo y de la comunidad. Una vez más intuimos cómo el valor comunitario prima en las relaciones de los miembros de la comunidad cristiana y se exige por eso la permanencia en Cristo para poder dar fruto abundante. Esto determina la condición del discípulo del Señor Jesús. La reflexión cristológica de la primera carta de Juan que estamos leyendo estos domingos, busca reflexionar cómo la convicción de creer en Cristo se debe traducir en las obras y eso habla de la veracidad de nuestro seguimiento. Así se constata que la fe no es solo una confesión de boca sino una praxis basada en el amor al prójimo de tal forma que los mandamientos no se leen desde la clave del mero cumplimiento sino desde la plenitud del amor cristiano en el creyente. Aquí entra a tallar, la acción del Espíritu Santo, quien con sus dones nos impulsa a fortalecer justamente la dimensión comunitaria de la fe.

Obviamente, en la búsqueda de la ortodoxia se hace necesario un adecuado discernimiento, pues la riqueza de los dones del Espíritu Santo nos ayuda a buscar cuál es la voluntad de Dios. Esto se ve claramente con lo expresado en la narración de los Hechos de los apóstoles, cuando se necesita discernir la situación del convertido Saulo. La experiencia extática de Saulo (narración de su conversión; Hch 9) necesita ser confirmada por la comunidad como veraz y Bernabé toma la iniciativa en ello. El proceso de adaptación de Saulo al nuevo grupo de los seguidores de Jesús fue muy duro y largo, pues su reputación no ayudó mucho, especialmente en los contextos de la comunidad judeocristiana de Damasco. Pablo pasará mucho tiempo, casi 16 años, en su tierra natal, Tarso, lejos de Palestina, releyendo e interiorizando la Escritura y preparándose para la gran misión que Dios le tenía preparado. Pablo no buscó un camino aparte, sino se puso a disposición de las orientaciones de la comunidad, sabiendo esperar el momento oportuno de convertirse en testigo de Cristo resucitado, hasta que, llegado el momento, acompañó a Bernabé en su primera empresa misionera que hoy conocemos como el primer viaje misionero de Pablo.

El gozo pascual que vivimos lo experimentamos en una comunidad, con el apoyo de la oración de unos por otros, con la ayuda oportuna entre amigos y vecinos, en el compartir alegre de un momento feliz y de éxito, en el estímulo y el compadecerse ante el sufrimiento del hermano. La fe se vive en comunidad, y se halla enraizada en ese tronco que es la vid verdadera y por quien podemos hacer todo lo posible para que cada rama pueda dar su fruto a tiempo. No basta con rogar a Cristo que nos mantenga unidos, es preciso aportar desde cada cual la fortaleza de mantenernos juntos para superar los problemas y aprender a gozar con la alegría del hermano. ¡Qué importante es respetar el proceso de cada uno! Produzcamos los buenos frutos a los que nos llama al Señor a dar y demos gloria a Dios porque manifestamos nuestra condición de discípulos y discípulas del Señor Jesús. “Sin mí no pueden hacer nada”; que esta expresión nos ayude a vincularnos cada vez más a Dios Padre y seamos testimonio de fidelidad con Cristo

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