El evangelio del domingo de hoy nos describe el momento y la forma en que Jesús inicia su ministerio de instauración del Reino de Dios explicando la Sagrada Escritura en la Sinagoga de Nazareth. Recoge el texto San Lucas, evangelista que nos acompañará en el transcurso de este año litúrgico. Destaca por incidir en la priorización de Jesús hacia los más necesitados, adoptando en nuestra vida una actitud de misericordia y perdón, de oración, confianza y gracia en el Señor.

Jesús no elige este texto al azar. Quiere dejar claro que en el ambiente de Nazareth, donde se había criado, el Espíritu de Dios lo llama, lo unge y lo envía para anunciar a los pobres la buena noticia de la salvación, a los cautivos la libertad, dar vista a los ciegos, liberar a los oprimidos y anunciar un tiempo de gracia y de salvación. Todas esas promesas que anunciaba ya el profeta Isaías se cumplen en Él “hoy”, a partir de ese momento.

También para nosotros el “hoy” que anuncia el Señor se está cumpliendo en la realidad propia que nos toca vivir. “Evangelizar a los pobres” implica sentirnos solidarios con los que más sufren, con los que no tienen defensa ni protección adoptando una actitud, por nuestra parte, de austeridad de vida y de caridad. “Libertad a los cautivos” pareciera que la situación nos desborda y no encontramos mecanismos fáciles para acercarnos a ellos, sin embargo, movidos por el Espíritu podremos aportar nuestro granito de arena en la lucha contra la opresión, la injusticia y superar nuestros propios miedos y esclavitudes interiores. “Vista a los ciegos”, el Señor, en su proyecto evangelizador, se preocupa de las cegueras del cuerpo y del alma. El que goza del Espíritu de Dios vivirá en la verdad y será luz del mundo superando toda clase de cegueras y de tinieblas que son muchas y variadas en nuestro diario caminar. “Año de gracia”, de alegría y de salvación porque el Espíritu de Dios, que lo inunda todo, como lo hace con Jesús en el inicio de la predicación, nos anima a relativizar nuestras situaciones personales y a crecer en esperanza y optimismo pese a los problemas coyunturales por los que podemos atravesar.

También nosotros, al estilo de los participantes en la sinagoga de Nazareth, tendremos que tener los ojos puestos en Él no con una mirada superficial y evasiva sino con la fijeza de saber que el Señor es “el camino, la verdad y la vida” que nos presenta un estilo de vida

y una propuesta de fe para fortalecer nuestra realización personal y nuestra pertenencia a la Iglesia.

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