Aparece en el evangelio de este domingo el Señor Jesús en camino, y es en esta circunstancia que uno se le acerca, y que para llegar hasta donde está el Señor tuvo que venir corriendo y que como expresión de respeto se pone delante del señor de rodillas para hacerle una pregunta que ojala fuera hecha por cada uno de nosotros ya que apunta a alcanzar la finalidad última de la vida: poder alcanzar la vida eterna.

La respuesta que escucha el personaje es que debe cumplir los mandamientos, que al ser enumerados nos percatamos que todos hacen relación con el prójimo y el interlocutor afirma que todo eso lo ha cumplido desde niño lo que despierta cariño en el Señor Jesús por quien tiene al frente y puesto de rodillas, cariño que hace que el Señor Jesús quiera verificar si lo que acaba de afirmar es cierto por eso lo invita a que venda sus bienes y el dinero lo reparta a los pobres. Resultado del encuentro el retiro del personaje quien se marcha pesaroso ya que por su apego a las riquezas materiales se niega a tener un tesoro en el cielo, ese tesoro que cada uno puede acumular en el cielo y que son las buenas obras hechas a los demás por amor a ellos y queriendo hacer lo que recomienda el Señor y lo mejor, desprendido de todo apego, nos da la libertad de poner nuestra confianza en aquel a quien le pedimos que nos de nuestro pan de cada día y así poder seguir al Señor Jesús.

Y si le creemos al Señor Jesús que en otro momento promete que estaremos junto a Él en la casa del Padre donde hay muchas estancias y que Él va a preparar para recibirnos, entonces tiene sentido la invitación que hace de seguirlo al que se ha acercado a preguntarle cómo obtener la vida eterna y a través de él la invitación se traslada para cada uno de nosotros, que hemos creído en Él, como aquel que nuestro buen Padre Dios ha enviado para salvarnos.

El Señor Jesús hace una observación delante de sus discípulos y es la dificultad que van a tener los ricos para entrar en el reino de Dios y esta dificultad radica en que ponen su confianza en su dinero en vez de ponerla en Dios.

Esta observación que hace el Señor Jesús sorprende a los discípulos que los lleva a preguntarse “Entonces, ¿Quién puede salvarse?” A lo que el Señor responde haciendo notar que la salvación es posible gracias a Dios  “es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”.

Que esta respuesta del Señor Jesús a la inquietud de los discípulos nos haga recordar que nuestra salvación es obra de Dios y su gran amor por nosotros. Que si nosotros nos esforzamos por “escuchar la Palabra de Dios y cumplirla” es como expresión de nuestro amor a nuestro buen Padre Dios, es decir por el solo gusto de amarlo sin otro interés y de esa manera nos libramos de la esclavitud a la Ley.

 

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