DIOS NOS AMA DE VERDAD

Resulta que una vez un Papá se quedó literalmente solo. ¿Sabes por qué?: se murieron en un accidente toda su familia. En el bus que venía de un pueblito a la ciudad, viajaban: su esposa, sus hijos, sus padres. Este era un hombre que siempre iba a misa, procuraba con su esposa asistir a todas las celebraciones de la Santa Misa que podían, cada vez que venía una persona pobre, se desvelaban por ellos, en su trabajo procuraba hablar de Dios, era muy querido en su barrio donde vivía. Lloró todo lo que pudo en pleno entierro de su familia, cómo le costaba superar esto. Pero algo por su mente rondaba, no sabía qué era. Pasaron los días y realmente aquel hombre llamado Pepito, se quedó solo, sólo, sólo. Venía de su trabajo: encontraba la casa sola, sólo le recibía su mascota (un perrito). Siempre miraba su cuarto, el de sus hijos, y seguía solo. Aquello que tenía en su mente se volvía más claro. Le venía la pregunta: “¿valdrá la pena vivir con todo lo que me está pasando?” Se acercó a la cocina, encontró un veneno fuerte y unos refrescos, quería suicidarse, cuando estaba a punto de hacerlo, escuchó una voz que le decía: “Pepito, ven, Pepito ven, te estoy esperando…ven, te estoy esperando”. Él sube al 3er piso de su casa y no se recordaba que ese lugar lo habían reservado para una especie de altar, que estaba presidido por una cruz. Cuando entró ahí para ver quien le llamaba, era de noche, no había prendido la luz, pero al entrar el crucifijo empezó a iluminarse solo y Jesús llorando le miró para decirle: “¿no ves que estoy aquí porque te quiero?”.

Moisés no podía creerlo. Luego de que su pueblo fue liberado de la esclavitud, y fue encaminado a una tierra de promisión, se olvidó de Dios: “se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto, se han apartado del camino que Yo les había señalado” (Ex.32,7-11.13-14). La reacción de parte de Dios no se dejó esperar: “veo que este pueblo es un pueblo terco, mi ira se va a encender contra ellos”. Hoy hay muchas personas, comunidades, no sé si países enteros que se están perdiendo, le están dando la espalda a Dios y todavía no nos terminamos de dar cuenta, pero estamos a tiempo de volver; cuidado que sea demasiado tarde. ¿Sabes que podemos tocar el corazón de Dios? Hace falta: apertura, reconocerse pecador (para eso hay que morir al orgullo), compromiso por vivir de acuerdo a las exigencias de Dios, aún a pesar de que seamos limitados o pecadores. El arrepentimiento y la conversión sinceros, tocan también el corazón de Dios: “Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo”.

Pablo reconoce que es un pecador, pero también es humilde para reconocer que luego de un arrepentimiento sincero, Dios se fijó en él para ser su testigo: “El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor de en Cristo Jesús” (1Tim.1,12-17). ¿Cuál es el fundamento de por qué tanto derroche de gracia en Pablo?: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”.

Tres parábolas sobre la ternura, la misericordia y la bondad de Dios están puestas en el evangelio de hoy (Lc.15,1-32): la de la oveja perdida, la de la moneda perdida y la del Padre Misericordioso (Hijo pródigo). El mismo esquema se repite en estas 3 parábolas: el alejamiento, la falta del calor humano, la acogida, la alegría por la vuelta a casa. Es bueno rescatar en la 3ra parábola lo siguiente: “y profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo cubrió de besos”. Dios tiene un rostro, y éste se llama misericordia. ¿Cuántos de nosotros nos atrevemos a ser misericordiosos? ¿O es que somos crueles con los demás? ¿Sabes cuánto nos ama Dios que es capaz de llorar de gozo porque volvemos a sus brazos?

Como aquel Señor de la historia, Dios nos llama desde donde estamos, con la historia que tengamos y en la situación que nos encontremos para preguntarnos desde la Cruz y desde el Sagrario: “¿no ves que estoy aquí porque te quiero?”.

Porque nos Dios nos ama, espera mucho de nosotros y de ahí el sentido de la conversión: sincera, radical y permanente. Recuerda siempre: Dios nos quiere mucho. Siempre hay gozo y esperanza en toda la Iglesia porque uno o muchas personas, desde su libertad, se vuelven para Dios y dejan lo que está atrás. ¿Cuál es el motivo? La misericordia de Dios es grande, que hasta el cielo se alegra.

Dios nos ama de verdad.

Con mi bendición.

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