El evangelio nos presenta al Señor Jesús hablando a sus discípulos, aquellos que han decidido negarse a sí mismo, cargar con su propia cruz y seguirlo, al hablarles les va instruyendo como debe ser la convivencia entre hermanos. 

En este caso les habla como proceder frente al hermano que peca, y no olvidemos que todos somos pecadores y por lo tanto necesitados de la corrección de los hermanos o en todo caso llamados a corregir al hermano que ha pecado. 

La primera condición para reprender al hermano es que haya pecado, en este caso, tanto el que corrige como el pecador deben saber reconocer el pecado cometido. Por eso es que lo primero que se debe hacer antes, de andar hablando por ahí sobre la conducta del hermano, es llamarlo aparte y estando solamente los dos hacerle notar la falta cometida para que el otro pueda reconocer su falta o pecado y a partir de ahí pueda tomar la decisión de corregirse y no volver a cometer el mismo pecado o falta.  

Si con tu conducta frente al hermano has logrado que se corrija entonces dice el Señor que “has salvado a tu hermano”. Aquí tal vez convenga valorar nuestras correcciones, ¿Cuándo las hacemos nos mueve el deseo de que el hermano se corrija o lo que buscamos es hacerlo sentir mal, humillarlo? 

La corrección entre hermanos debe hacerse siempre con mucho respeto por la persona del corregido, ya que es tu hermano, igual que tu es un hijo de Dios, si con tu corrección buscas maltratar a tu hermano, que es imagen de Dios, estarías faltando a Dios mismo, de quien tu hermano es su imagen. 

Prueba de que tu hermano, el que ha pecado, te importa, es que debes llamar a otros dos hermanos y estando juntos exponer la situación y esto es para que escuchando la valoración de estos sobre el caso expuesto quede claro que el acto cometido es un pecado, por eso hace saber el Señor que se haga de esta manera “para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos”. 

Pero sí aun así el hermano no reconoce su pecado y más aún persiste en su conducta, y porque te importa que tu hermano reconozca su pecado y tome la decisión de corregirse es que debes exponer el caso a la comunidad, porque al final la conducta de cada individuo afecta a toda la comunidad, para que la comunidad se pronuncie sobre el caso, de esta manera se estaría salvando que el parecer de uno se esté intentando imponer al otro, presentando su actuar como pecado. Si la comunidad se pronuncia sobre el proceder del miembro como un acto pecaminoso, entonces el miembro de la comunidad debería aceptar que su conducta no fue la mejor entonces debería corregirse de su conducta, pero si persiste en su actitud entonces la comunidad debe considerarlo como un gentil o un publicano, ya no como un discípulo, ya que las condiciones para serlo son: negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguir al señor. 

Terminada la enseñanza sobre cómo proceder en la corrección fraterna, el Señor Jesús le hace saber a la comunidad que lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo, con lo que ahora hace participar a toda la comunidad de discípulos lo que antes le había sido encargado solamente a Pedro, cuando al responder a la pregunta del Señor Jesús sobre ¿Quién dicen que soy yo? confesaba que “Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. 

Otra enseñanza que hace el Señor Jesús al grupo de los discípulos, es sobre la oración de petición y la importancia de ponerse de acuerdo antes para hacer la petición a Dios y Él atienda y conceda lo que se le pide. Y es que la unidad de la comunidad debe salvarse siempre, porque esa unidad es expresión de la unidad en Dios, “que sean uno… para que el mundo crea que Tú me has enviado”, corrobora esta realidad al decirles Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” 

Con esta enseñanza a sus discípulos el Señor Jesús deja en claro que romper la unidad de la comunidad es una falta grave y que se debe evitar a toda costa.   

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