Queridos amigos

El diálogo de Jesús con la cananea (Mt 15, 21-28) es tan interesante que nos lleva a perder de vista el conjunto. En especial, su viaje al extranjero, al distrito de Tiro y Sidón, ciudades puertos del Mediterráneo y centros comerciales cosmopolitas, cuya cultura y religión eran totalmente paganas (lo opuesto al judaísmo). Los evangelios no nos dicen por qué Jesús fue allí ni cuánto tiempo estuvo por allí. Pero podemos tener la plena seguridad de que no fue como turista ni a hacer negocios. El motivo debió estar más bien en sintonía con lo que, antes de subir al cielo, dijo a sus apóstoles: vayan por todo el mundo… (Mt 28, 19).

En la Fiesta de los Reyes Magos (6 de enero), vimos cómo el Padre Dios llama a todos los pueblos, representados por ellos, a acercarse y adorar a su Hijo Jesús. Ahora, dando cumplimiento a la misión que el Padre le confiara, Jesús, precedido sin duda por su fama, va con sus discípulos a algunos de esos pueblos. Un día los apóstoles tendrán que ir a anunciarles el Reino y a ofrecerles la salvación, como Jesús lo hizo en esta ocasión con la mujer cananea y su hija, aunque fueran paganos. “Perros” los llama Mateo siguiendo la costumbre de los judíos, pues solo los hijos (ellos) eran los invitados naturales al Reino.

La fe de la cananea sorprendió gratamente a Jesús, tanto que sanó a su hija. Sin duda le sorprendió también su amor de madre, que no cejó hasta lograr su propósito, así como la agilidad mental y la humildad con las que le respondió. Hay algo más e interesante en el encuentro de la cananea con Jesús. Y es su cambio al contacto con Él. Para ella, Jesús a quien llama “el hijo de David”, era como un mago o taumaturgo con poderes de sanación. Sólo después de hablar con Jesús empieza a verlo con otros ojos (le da la razón) y a esperar por otros motivos (es el Señor, su amo). Cuantos queramos interiorizar y obtener las bendiciones del Señor tendremos que dejar de verlo con los ojos de la carne para verlo con los ojos de la fe.

Comparemos con las nuestras, algunas de las cualidades de la súplica-oración de la cananea: 1. Nace de una necesidad sentida, que urge solucionar (la enfermedad de su hija); 2. Es humilde, siempre en súplica al Señor, aunque aparentemente no le haga caso; humilde, pero con dignidad; 3. Es perseverante, pues pide una y otra vez, sin cansarse y con insistencia; 4. Es valiente, sin respetos humanos ni temor al qué dirán, pues le sigue a Jesús clamando; finalmente, 5. Tiene fe y confianza en Jesús, que al final le otorga lo que desea. ¿Es así como oramos nosotros? Cuánto mejor nos iría

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