Queridos amigos, reciban mi cordial saludo en este segundo domingo de Pascua, llamado Domingo de la Divina Misericordia.
Así empieza la primera oración de la misa de hoy: “Dios de Misericordia infinita”.
El recordado Papa Juan Pablo II, lo llamó “Domingo de la Divina Misericordia”, al inicio del nuevo milenio del año 2000.
Celebrar la Pascua, es vivir de la Misericordia de Dios, es celebrar el grande amor de Dios por nosotros, Cristo el Señor, murió por redimirnos del pecado y resucitó para darnos la vida eterna, “la vida en abundancia”(Jn.10,10).
En la primera lectura de los Hechos de los apóstoles (Hch.4,32-35), la misericordia abre caminos de amor de fraternidad, así como los primeros discípulos que recordaban las enseñanzas de Jesús, celebraban “la fracción del pan” (eucaristía) y compartían sus bienes como hermanos, “daban testimonio de la Resurreccióndel Señor Jesús… ” y ninguno pasaba necesidad” porque todo lo ponían en común.
El salmo 117, canta el amor de Dios: “Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. Cristo por su misericordia nos ha redimido.
En la primera carta del apóstol San Juan (1Jn.5,1-6) se nos motiva a una nueva condición de vida, un proyecto de vida a partir de la fe en Cristo “todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios..” “Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos..” la fe en Cristo resucitado es una propuesta de opción de vida para dar testimonio en el mundo. Un anuncio del bautismo (agua) y un gozo de la salvación que la pasión redentora de Cristo nos dio (sangre).
El evangelio de Juan (Jn.20,19-31), está lleno de hermosos regalos del Cristo resucitado.
Cristo “nos deja su paz”, y que produce “alegría”.
La paz de Cristo sana el alma, reconcilia, da serenidad, … los discípulos que traicionaron a Jesús, los que se ocultaron, encuentran la luz y la paz de Cristo. Cristo los gana con su misericordia y recuperan la confianza, Jesús los hace sus representantes “los envía” como mensajeros ante el mundo. Les regala el Espíritu Santo para el perdón de los pecados, para que su misericordia alcance a todos ( El Sacramento del perdón, la reconciliación).
Tomás, el discípulo pasó de la increencia a la creencia, reconoce a Cristo por sus heridas de manos y pies y proclama la fe “Señor mío y Dios mío”. La experiencia con Jesús resucitado le abre los ojos de la fe.
Y así nos ganamos una bienaventuranza de Jesús que dijo: “bienaventurados los que crean sin haber visto”. Y en este grupo estamos nosotros, para proclamar la Resurrección de Cristo, y por el testimonio que demos, los pueblos crean en Jesucristo y tengan vida en su Nombre.
Los invito a unirnos en el canto de acción de gracias a Dios que es misericordioso. Y juntos hagamos también nuestra oración de la coronilla al Señor de la Divina Misericordia”:
“Cristo, por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”.
Los tengo presente en mi oración y cariño y en la misa que celebraré hoy.
Lea pido también una oración por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl que hoy se preparan para mañana en la solemnidad de la Anunciación del Señor renueven sus votos para que la Caridad de Cristo no se interrumpa.
Invoquemos el auxilio de la Madre de Dios:
Oh María sin pecado concebida ruega por nosotros que recurrimos a Ti.

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