NO ENTRISTEZCAN AL ESPÍRITU SANTO

Es imposible vivir sin preocupaciones, tristezas, indignación, y tantas otras emociones que surgen en diferentes momentos de nuestra vida. Hoy mismo de seguro estás experimentando alguna de estas emociones con su consecuente desazón, pero convenientemente, si nos disponemos a reflexionar al respecto, podemos convertir tal realidad en una oportunidad para revertirla hacia un equilibrio emocional, un estado de alegría y plenitud, paz interior. Casi siempre deseamos pedir a Dios que nos quite tales emociones, que no nos lleve a experimentar malas noticias o que nos quite las cargas pesadas de la vida; pero no sé si de verdad esta petición se convierta en realidad. ¿No será que estamos pidiendo mal? Elías tuvo que confrontarse con el temor de ser perseguido por los reyes de Israel. Quizá se sintió por un momento tan seguro con su ser profeta que pensó que jamás su vida estaría en peligro, pues siendo el profeta de Dios no le pasaría nada. Pero, como leeremos en el pasaje del primer libro de los Reyes, su temor lo llevó al desierto y tocó fondo, pues se deseó la muerte. Hasta me atrevería a entender que Elías cayó en la autorreferencialidad, es decir, pensó que si lo eliminaban a él ya no habría quien continuaría comunicando la voz de Dios. Dios interviene en su desasosiego y le invita a comer y con ello recuperar fuerzas porque aún hay algo que debe hacer. Dios lo llevará luego al monte Horeb, para hacerle recordar cómo Israel se forjó y cómo debe aprender a confiar en que Dios es el que señala el camino y sus profetas no deben jamás renunciar a su misión hasta que esta concluya en el tiempo indicado. Elías tenía que seguir porque tendría que aprender a dejar su posta a su discípulo para que este fuera el profeta de Dios. Así, lo asumiría Eliseo y Elías entendió que no era indispensable en la misión.

El evangelio empieza a desarrollar el conflicto que se abrió ante la enseñanza de Jesús acerca de su identidad como Pan de Vida. Los judíos critican el atrevimiento de quien dice que ha bajado del cielo cuando muchos de sus coterráneos dan fe que lo conocen y a su familia también. ¿Puede ser tan difícil que Dios haya querido que su Hijo se revelara en una familia sencilla galilea? ¿Cómo tendría que venir al mundo entonces el Mesías? La aparente seguridad de los judíos queda en evidencia pues hay un criterio esencial para aquel que aspira a la vida eterna: creer en Jesús. Ha quedado de lado desde esta perspectiva la condición de ser parte del pueblo judío. Ahora el filtro es la fe en Jesús. Por eso la fe parte de la iniciativa de Dios, quien desea atraer a todos hacia Él, pero la realidad es que no todos se sienten atraídos porque confían más en sus propias expectativas que en la propuesta de Jesús. Por eso, en la tradición paulina se confirma una vez más la iniciativa de Dios y profesa que es la acción del Espíritu Santo la que mantiene firme la esperanza en la liberación final. Es incompatible para un cristiano vivir amargado, entristecido, desalentado, porque lleva consigo al don del Espíritu y solo puede brotar perdón, comprensión, bondad, amor. No se niega que humanamente podamos sentir todas esas emociones que llamamos negativas, pero el cristiano está llamado a transformarlas en grandes oportunidades de irradiar la gracia del Espíritu por donde vayamos y por donde estemos. Esta es la razón de la comunión con el Pan de Vida, es llevar contigo a Dios en tu corazón, y quien lo lleva consigo no dejará de hacer todo el bien que pueda. ¡Gusten y vean que bueno es el Señor! Esta es la gran verdad que no solo la anunciamos con la predicación, sino con las obras y con la coherencia de una vida que sabe sobreponerse a la adversidad y a la tristeza. Uno puede estar triste, pero lo que no podemos permitir es entristecer al Espíritu por eso unámonos al salmista: “Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca”.

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