Queridos hermanos:

¿Cuál dirían ustedes que es la actitud más importante dentro de la vida cristiana: la que muestra Marta o la que realiza María en el evangelio de este domingo? Algunos podrían inclinarse espontáneamente por la actitud de contemplación de María, dado que el mismo evangelio afirma que “María escogió la mejor parte”. Sin embargo, inclinarse, influenciados por el evangelio, hacia una actitud contemplativa en desmedro de la actitud de servicio representada por Marta, sería un error que desvirtuaría el mensaje del evangelio y, de paso, la identidad de la vida cristiana.

El evangelio nos muestra a Jesús de visita en casa de unos amigos. Al llegar, Marta, quizá la hermana mayor y, por tanto, la encargada de las faenas de hogar, lo recibió con una serie de atenciones que la llevaban a estar pendiente de los detalles de la casa. En cambio, su hermana María, la menor quizá, se dedicó a escuchar a Jesús. Es curioso cómo el evangelio describe las acciones de María, resaltando las actitudes de todo discípulo con su maestro: sentada a sus pies, la atención puesta en él, escuchando sus palabras. Esta aparente “distracción” de su hermana produjo la queja de Marta, que reclamaba ayuda con el servicio. No fue una queja fuera de lugar, obviamente; Marta solo quería que su invitado, su gran invitado, esté bien atendido y servido. Era su manera de demostrar su cariño hacia el Señor. La respuesta de Jesús a Marta es dulce, amorosa, sin una pisca de regaño: “Marta, Marta, te preocupas por tantas cosas; una sola es necesaria. María ha escogido la mejor parte.”

¿La frase de Jesús es una crítica a la falta de contemplación de Marta? Definitivamente no. Jesús no podría llamarle la atención a Marta por sus ganas de servir, porque él mismo insiste en muchas partes del evangelio en la capacidad de servicio que debe tener todo discípulo suyo. Es más, Jesús mismo se puso como ejemplo de servicio y su vida misma demuestra que el servicio es parte de la identidad cristiana. Lo que se critica aquí es la manera como Marta hace su servicio: “Marta, te preocupas por tantas cosas”. El trabajo de Marta estaba rodeado de preocupación, de ajetreo, de un hacer por hacer. Este fue el meollo del asunto: Marta se había sumergido en una vorágine de cosas que le estaban quitando la tranquilidad al espíritu, al punto de criticar a su hermana por “no hacer nada”.

Es cierto que el cristiano debe servir a sus hermanos, pero este servicio debe ser cualitativo y no cuantitativo. No se trata de hacer más, sino de hacerlo bien. Y la garantía de realizar un buen servicio lo da el contacto con Jesús. Si María, la hermana menor, luego de escuchar las palabras de Jesús, se puso a servir, seguro que su trabajo lo hizo con otro estado de ánimo, con tranquilidad, alegría y sin preocupación, porque las palabras de Jesús la habían inundado. Este evangelio, por tanto, nos invita a buscar a Dios en la oración, pero para que la oración nos ayude a ejercer un buen servicio cristiano, que alegre nuestras vidas y las de los demás. De lo contrario, si falta la dimensión mística del trabajo cristiano, este trabajo será siempre un peso difícil de cargar, un peso que queríamos siempre quitarnos.

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