Queridos hermanos, seguimos caminando de la mano del Señor en este Tiempo Ordinario. Este es el tiempo oportuno para ponernos a pensar  en el sentido y en el rumbo que va tomando nuestra vida en el umbral del medio año lectivo. Es preciso ponernos a meditar y reflexionar juntos la palabra de Dios para dejarnos interpelar y cuestionar qué estamos haciendo con este don sagrado que el Señor nos ha concedido, la vida.

Este domingo décimo quinto del Tiempo Ordinario, la figura central en el evangelio es el famoso envío de los discípulos a buscar nuevos miembros que quieran formar parte de esta Gran Aventura, una aventura que tiene como objetivo seguir las huellas de Aquel de quien hemos recibido nuestra vocación específica, algunos la de anunciar el evangelio, dar vida, construir amor desde la familia, educar con calidad, pero sobre todo, amar como Dios nos ha amado. El mensaje central parece indicarnos que quien camina con el Señor no tiene de qué preocuparse, no puede existir en la vida de un auténtico misionero otro ingrediente que no sea el mismo Señor, lo demás es parte del quehacer misionero, caminamos con el Señor, desde el Señor y para el Señor. Un camino que sin duda muchas veces no podrá ser reconocido como bueno, porque siempre existirán personas que no valoren el trabajo misionero, pero recordar aquí que no trabajamos en bien de lo que dice la gente, si no para agradar al Señor.

No lleven nada es el mensaje del Señor, solo Dios basta, diría la letra de una canción. Solo quien ha puesto su confianza en el Señor será su único guía, el único celular, su única arma, su única alma. No llevar nada significa, no ir despojado sino y sabiendo perfectamente que aquí, no nos anunciamos a nosotros mismos, no somos dioses, anunciamos al Señor, no somos nosotros los que anunciamos nuestra propia salvación, anunciamos la salvación de los demás.

En esta misma línea, hay una pequeña curiosidad dentro del Evangelio: donde los reciban bien siéntanse bien, donde no los reciban dejen hasta el polvo que han recogido las sandalias. Es lógico hermanos que quien se siente bien en un lugar, se siente bien porque han sabido los hermanos acoger y escuchar la palabra de Dios, pero cuidado, cuidado con crear pequeñas comodidades y comenzar a pensar que es nuestra obra y nos sentimos muy cómodos porque claro, a quién no le gustaría que lo alaben. Es bueno recordar que nuestra recompensa no es terrena. Cuidado, no nos confundamos con la falsa levadura, ya nos dirá el Señor que la levadura de los fariseos destruye y divide. Lo que a continuación sigue, es aún un reto mayor que cumplir, donde no nos reciban bien sacudan el polvo, es fácil decir esto no va conmigo, porque nos sentimos defraudados de un trabajo, no siempre las cosas salen como queremos, pero como somos evangelizadores persistentes estamos ahí y hasta el último momento porque quien tiene al Señor es capaz de transmitir todo lo que tiene, incluso cuando tengamos que entregar la vida, no nos desanimemos en el trabajo evangelizador, nadie es profeta en su propia tierra.

Queridos hermanos, que este tiempo que vamos caminando sea un tiempo propicio para revisar nuestra vida. Mirar nuestra propia historia de salvación. Alejémonos de la indiferencia, del polvo de las personas negativas. Ya dice el texto evangélico que Jesús vino al mundo y el mundo no lo reconoció, que seamos entonces coherentes con nuestra forma de actuar y con nuestra forma de predicar.

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