EL MAESTRO EXIGE FIDELIDAD AL DISCÍPULO

Era el segundo de cuatro hermanos. Recibió un llamado de Dios para ser sacerdote. Tenía mucho miedo, se sentía menos, muchos se burlaban de él por su dificultad al hablar y su dificultad para los estudios. Luego de un acompañamiento espiritual, jornadas y retiros espirituales, pudo clarificar ese llamado. Una semana antes de navidad, recibió una carta de invitación para ir al seminario, y empezar un camino de formación sacerdotal. Se sentía el hombre más feliz del mundo. Llegó el día que tenía que partir de la casa de sus papás al seminario. Con maletas en mano, saliendo de su hogar, vio que a lo lejos su hermano menor salió a su encuentro y se arrodilló tomándole de sus piernas, para que con lágrimas de los ojos le suplique: “hermano no te vayas, no te vayas por favor”. Él contestó: “¿tú quieres que sea feliz?”. Él contestó que sí. Entonces él replicó: “entonces déjame ser feliz”.

¿Cuesta seguir a Jesús? ¿De verdad escucho su llamado y le respondo con generosidad? Acoger la invitación a seguir al maestro de verdad, es todo un reto en un mundo cada vez más egoísta, relativista, por no decir también incrédulo.

Aceptar el llamado que Dios hace a cada uno de sus hijos, no es pérdida de tiempo. Es darle el lugar que Dios se merece y es recibir bendición permanente. La mujer distinguida de Sunam, acogió a Eliseo en su casa: “vamos a prepararle una habitación pequeña” (2Rey.4,8-11.14-16ª). El fruto de esa acogida fue una bendición, de parte de Dios, para esa mujer; ésta fue dada a través del mismo Eliseo, profeta de Dios: “El año que viene, por estas fechas, tendrás un hijo en tus brazos”.

Constantemente Dios llama. No podemos ser “sordos” al clamor de Dios, ni tampoco indiferentes.

El maestro siempre va a pedir fidelidad, siempre; y en ella debe “probarse” ese llamado para que la vida del discípulo sea más auténtica. Le va a pedir aquello que le cuesta dejar, pero que no está lejos de ser vivido por Aquél que recibe el llamado: “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí; no es digno de mí” (Mt.10,37-42).

El discípulo está llamado a seguir, servir, amar y proclamar al Señor cada día de su vida. Ni la familia, ni los amigos, nada ni nadie deben ser obstáculo para seguir a Dios.

Acojamos a Dios cada día de nuestra vida, no le cerremos la puerta de nuestra vida a Dios. El discípulo está llamado a ser fiel a Dios. El maestro exige siempre de su discípulo: FIDELIDAD. Esta debe darse a conocer siempre en el trato con el otro, en la acogida con misericordia para el bien de los pobres, etc.

¿Seré capaz de acoger la exigencia del maestro para ser más fiel a Él o no? Aquel joven de la historia tuvo claro la necesidad de ser fiel a Dios a pesar de todo.

Pidamos a Dios que nos anime y fortalezca en la vivencia de ser fieles cada día. Amén.

Con mi bendición.

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