Queridos amigos

La cuaresma se inició el miércoles 1º con la imposición de la ceniza. Un sacramental que nos recordó la vanidad de las cosas y la levedad del ser humano. Pero que al mismo tiempo, con el amén (así es y así será), que dimos al sacerdote al imponernos la ceniza, nos comprometió a convertirnos y a creer en el evangelio. ¿Medios para lograrlo? La oración, la penitencia y el ayuno (las privaciones) (Mt 6, 1-6. 16-18). Así, de un modo tan sencillo y prometedor, empezó y empezamos la Cuaresma. Itinerario espiritual de 40 días (es lo que literalmente significa Cuaresma), que habrá de llevarnos a la alegría de la Pascua de Resurrección del Señor. Siempre que, como Jesús, nos dejemos llevar por el Espíritu y rechacemos las tentaciones del Diablo.

Dejarnos llevar por el Espíritu del Señor y rechazar al Diablo (espíritu del mal), como lo hizo Jesucristo y con su ayuda, es lo que nos pide el evangelio de hoy (Mt 4, 11). Que viene a ser una parábola en acción que muestra la batalla entre el bien y el mal, con el triunfo del bien. Fue así en la cuaresma de Jesús y será así en nuestra cuaresma, si como Él nos dejamos llevar por el Espíritu y asumimos la vida como lucha contra el mal y el Maligno. Esto es tan decisivo que nada debe distraernos de ello: ni el color morado de los ornamentos de la Cuaresma, ni la sobriedad en flores y música (no hay gloria ni alleluya), ni el rezo del Viacrucis, etc.

Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo a restablecer el señorío de su Padre sobre las almas, rescatándolas de la esclavitud del demonio, que las había seducido con engaños astutos, a través de un deseo incontrolado de riquezas, de placeres y de honores. Así plantea San Vicente de Paul la vida del cristiano y la cuaresma. Por eso, continúa, el dulcísimo Salvador juzgó conveniente luchar contra su adversario con armas opuestas, es decir, con la pobreza, la castidad y la obediencia, lo que hizo hasta sus últimas consecuencias (la muerte). Son las armas que debemos usar cuantos tenemos que luchar contra el mal y el maligno al lado de Jesús.

Desde siempre hemos identificado la cuaresma con la oración, el ayuno y la limosna, y no está mal, pero siempre que no reduzcamos la cuaresma a un tiempo en el que se nos pide rezar algunas oraciones más, privarnos de algunas cositas que nos gustan, y dar unos soles más en la colecta. Está bien hacer todo esto, pero teniendo en cuenta que eso no es la cuaresma. Y que la oración, el ayuno y la limosna tendrán valor y sentido en la medida en que sean expresión de un espíritu de lucha, que empieza por la propia conversión y la renovación según el evangelio.

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