Se acerca vuestra liberación

Jeremías vive su ministerio en los tiempos difíciles del asedio de Babilonia. Muchos lo consideraban un profeta “malagüero”, un hombre de confrontación con su propio pueblo, pues les exhortaba a abandonar la rebelión ante el designio divino de soportar el exilio como un tiempo de purificación debido a los pecados cometidos. Pero Jeremías no profetiza una definitiva destrucción o un abandono de Dios a su pueblo, sino más bien, augura una esperanza de un tiempo nuevo que se avecina pero que antes se deberá pasar por un tiempo de gran tribulación. Dios no puede fallar a sus promesas, por lo que se profetiza la esperanza en un rebrote de la casa de David, que reconstruirá lo destruido. Esta profecía mesiánica tomará fuerza en tiempos previos a la venida de Jesús, en la esperanza del libertador, del que justificará a sus hijos porque supieron persistir y sostenerse en firmeza en medio de la decepción y la frustración. En la segunda lectura, Pablo recibe las noticias de los hermanos de Tesalónica quienes al acoger la evangelización de Pablo se hallaban entristecidos pues se iba muriendo la gente y no llegaba la parusía ansiada. ¿Cuál sería la suerte de los que morían sin haber visto la venida en gloria de Cristo? Pablo, les infunde esperanza y sosteniéndose en la tradición judía, insta a la comunidad a conducirse santamente hasta el día en que el Señor venga en gloria, cuando resucite a los muertos y a los que estén vivos los llevará consigo transformándolos también para la gloria eterna. El discurso escatológico de Lucas difiere del de Marcos porque ya se ha perdido la urgencia escatológica y más bien exhorta a la perseverancia y a la constancia pues se ha retrasado la parusía. No es recomendable llevar una vida disoluta sino estar a la expectativa, aunque las cosas parezcan asustar, el objetivo es confiar y vigilar procediendo como conviene a hombres y mujeres de esperanza.

Iniciamos el camino del adviento, un corto tiempo litúrgico que nos invita a dos cosas muy puntuales: evaluación y preparación. Estas primeras semanas, la indicación será examinarnos cómo estamos llevando nuestra vida en clave escatológica. Sabemos que el Señor vendrá, no sabemos ni el día ni la hora, pero se nos exige vigilar. ¿Nuestros actos hablan de esta actitud de vigilancia? La esperanza no es una invitación a la pasividad sino a la acción. Ya es tiempo de despertar, es preciso alzar la cabeza con dignidad, pues se acerca nuestra liberación. ¿Estás disponible a mantener firme esta actitud?

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