Comentario al evangelio del domingo 26º TO.

Queridos amigos

El evangelio de este domingo (Mt 21,28-32) forma parte del capítulo en el que Jesús expulsa a los vendedores del templo y, como consecuencia, la relación de las autoridades del Templo con Jesús llega a su climax de tensión. Tanto que los sacerdotes y los fariseos ancianos del Sanedrín, quisieron arrestarlo. Lo hubieran hecho de no ser por el pueblo que estaba con Jesús, a quien consideraban un profeta (Mt 21, 46). Era un Profeta y mucho más que profeta, era el Mesías prometido y mucho más que el mesías que ellos esperaban: era el Hijo de Dios hecho hombre. Jesús lo sabía y sabía que acogerlo a Él era establecer el Reino de Dios y lograr la salvación.

¿Qué más podía hacer para que las autoridades creyesen en Él? Había dado toda clase de pruebas con palabras, milagros y el testimonio de su vida. Tanto que ellos mismos no se explicaban de dónde le venía su sabiduría y su poder de hacer milagros (Mt 14,54). Sus conciudadanos de Nazareth estuvieron a punto de creer en Él, pero su soberbia hecha obcecación, les impidió dar ese paso. ¡No puede ser!, se repetían ante la evidencia, con esa actitud tan nuestra de “cerrar los ojos” para no ver lo evidente y hacer “lo que nos parece”, lo que nos da la gana. Por poner un ejemplo: es evidente que el aborto es un asesinato, pero preferimos “cerrar los ojos para no ver” y seguir matando nonatos inocentes en la cuna materna.

Para hacer entrar en razón a los sumos sacerdotes y ancianos del Templo, Jesús les hizo una pregunta de obvia respuesta, pero comprometedora por su transfondo y sus consecuencias. Eran ellos los que habiendo dicho sí al llamados a trabajar en la viña del Señor, se estaban negando a ir (= acoger a Jesús). Y consecuentemente se estaban  excluyendo del Reino de Dios, que iría a parar a otras manos. “Hasta las prostitutas y los “publicanos” (=extorsionadores del pueblo), convertidos, entrarán en el Reino de Dios antes que ustedes”. Esta advertencia de Jesús a las autoridades judías (y a nosotros si no le acogemos), la repite el Señor muchas veces, por ejemplo, en la parábola de “los viñadores asesinos” (Mt 21, 43); “se les quitará a ustedes el Reino de Dios y será entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos”

De todo lo dicho, destaquemos: 1. La necesidad de creer en Jesús y de seguirle. 2. La importancia de preguntarle frecuente y sinceramente si está contento con nosotros, no sea que a sus ojos no seamos lo que nos creemos ser. 3. No presumas de estar firme: cuida de no caer. 4. No importa lo malo que seamos si nos convertimos y creemos de verdad en Él. 4. Seamos auténticos y responsables: Sí es siempre sí y No es no.

Padre Antonio Elduayen CM

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