JESÚS ES REAL, NO UNA APARIENCIA

¿Qué piensa el “mundo” acerca de la Eucaristía? Respuestas las hay para todos los gustos y colores: “No tengo tiempo de ir a misa”, “la misa no me dice nada a mí”, “es una pérdida de tiempo ir a misa, tengo cosas más importantes que hacer”, “vete tú a rezar por mí y mis hijos, yo no voy porque estoy cansado”, “ya llegará el momento en que vaya”, “deja que mis hijos vayan a misa, están en la catequesis, nosotros hagamos nuestras cosas en casa”, etc.

¿No será que hayamos perdido de vista el sentido de lo que es la Eucaristía?

¿Cuántos somos agradecidos con Dios? Moisés le hizo recordar a su pueblo cuán bueno y cercano es Dios que le hizo caminar por el desierto para purificar y madurar su vida, pero sin dejarle de hacerle probar el maná. Qué gran experiencia de liberación tuvo el pueblo. Pero le insistió que: “no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios” (Dt.8,2-3.14b-16ª). Dicho de otro modo: que no se olviden que Dios es siempre el centro de su vida, es más, es SU MEJOR ALIMENTO.

Razón tiene San Pablo cuando pregunta a su comunidad de Corinto si el cáliz y el pan que se bendicen, ¿no son acaso la misma sangre y el mismo cuerpo de Jesús? (1Cor.10,16-17).

El discurso del Pan de Vida de hoy es muy claro, para entender lo valiosa y hermosa que es la Eucaristía (Jn.6,51-58). Aquí Jesús se presenta como el “pan vivo bajado del cielo”. Los judíos estaban desconcertados con ese discurso, y mucho más cuando afirmaba Jesús, que si comemos y bebemos su Cuerpo y Sangre tendremos vida, de lo contrario no.

¿Realmente creo en la presencia real de Jesús en la Eucaristía? O ¿pienso que es una apariencia de Él? ¿Vivo con mucha fe cada Eucaristía como si fuera la única, la primera o la última de mi vida?

Qué atrevimiento el de Jesús al afirmar que: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y Yo en él”. Al recibir a Jesús Eucaristía, no recibo “la hostia”, como puedan decir algunos. Recibo, por tanto: al mismo de la cuna de Belén y de la carpintería de Nazaret; al mismo que hacía milagros, bendecía a los niños y pecadores públicos; al mismo que traspasaron por la lanza del soldado y que murió en la cruz y resucitó.

Es cierto que estamos llamados a prepararnos, para recibir con libertad y en gracia de Dios este hermoso sacramento de nuestra fe. Pero también Jesús mismo nos invita a no dejar de acudir a Él, ya que recibiremos sanación y consuelo (cf.Mt.11,28-30).

Para aquellos que ponen miles de excusas para no asistir los domingos y fiestas de guardar a misa, cabe la pregunta: ¿te vas a dar el lujo de privarte de este encuentro con el mismo Jesús que quiere bendecirte? Él no es un recuerdo del pasado, o de la estampita, o de madero de la cruz colgado en nuestra casa solamente, no, eso no es la Eucaristía. Es el mismo sacrificio de Jesús en la Cruz, que sólo por amor muere y derrama su sangre por toda la humanidad y por cada uno en particular.

Estamos llamados a vivir cada Eucaristía desde: la contemplación (reconozco que bajo las especies de pan y vino, está Jesús en cuerpo, sangre, alma y divinidad; la fraternidad, haciendo real el mandato de Jesús de “amarse los unos a los otros como Yo los he amado” (Jn.15,12); y desde la misión, tomando como ejemplo a los peregrinos de Emaús, que luego de encontrarse con Jesús, corrieron pronto a Jerusalén para testificar de viva voz que Cristo vive (Lc.24,33-35).

Cuando el Sacerdote o el Obispo, que preside una Eucaristía, dicen las palabras de Jesús: “tomen y coman…tomen y beban”, es el mismo Cristo que nos dice ESTE SOY YO, EL VERDADERO, EL ÚNICO QUE DA SENTIDO A TU VIDA, EL ÚNICO QUE SALVA.

La Iglesia desde aquel Jueves Santo hasta hoy, continúa la obra de Jesús: haciendo lo que Él hace (“hagan esto en memoria mía”). Todos estamos llamados, hoy más que ayer, a renovar nuestro amor por Jesús Eucaristía. Y recuerda por favor: Jesús es real y muy cercano.

Con mi bendición.

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