Una misión Posible

Una misión Posible

Enhorabuena se ha retomado la experiencia misionera provincial, hacia una Iglesia en salida, una Iglesia que busca hacerse presente, llevando el mensaje de Cristo a los lugares más alejados, donde se encuentran los más pobres, a la luz de la experiencia de nuestro fundador, San Vicente De Paúl. Bajo ese espíritu, en el año 2018 se retomó el trabajo en las diversas comunidades, especialmente en la zona de Sauce, que comprende 11 caseríos y la comunidad madre de Sauce. Ese año, sirvió para continuar la misión, escuchar, conocer, indagar y reunir a las comunidades nuevamente.

Al año siguiente, el 2019, se iniciaron las misiones mensuales, con la ayuda de laicos de las diferentes comunidades de la Provincia, la gran mayoría jóvenes, y algunos misioneros y hermanos en experiencia comunitaria, que han colaborado con este trabajo. Hacia mediados de ese año, la misión tomó un nuevo rumbo, la respuesta de las personas sirvió de aliciente para todos y al mismo tiempo se podía corroborar la necesidad de seguir fortaleciendo y formando a las personas. Esto abre paso a una nueva experiencia para inicios del 2020, en coordinación con el P. Erick CM, responsable de Sauce y la comunidad del Seminario San Vicente De Paúl, con el fin de fortalecer el trabajo ya emprendido, las buenas nuevas de las comunidades hizo que la experiencia se abra a los laicos de la familia vicentina, y sin saber el cómo, se formó un equipo de más de 30 personas, entre sacerdotes, seminaristas y laicos.

Comenzó así la nueva misión, que duraría tres semanas en las cuales se misionaría las doce comunidades en dos tandas, la primera comprendía las comunidades de Laurel, Santa Rosa de Huallaly, Nuevo Porvenir, Alto Sauce y Mirador. La segunda Cabo Leveaú, Machungo, Cerro San Pablo, Dos de mayo, Nueva Esperanza y Corazón de Jesús; con un intermedio que incluiría un espacio de formación con los animadores, líderes, de cada comunidad que se iba a misionar. La fecha sería los primeros días de febrero, y el seminario se encargaría de preparar el temario, con el fin de preparar las comunidades para la semana santa. ¡Parecía un sueño! Las caras de emoción de los organizadores evidenciaban alegría, era como el signo de Dios que nos decía que el trabajo que se ha venido realizando, era algo querido por Dios, y no sin mejores y correcciones, la misión emprendida iba por buen camino.

Ahora bien, esto era una nueva oportunidad de servir a Dios en la persona de los pobres, y de continuar el trabajo de animación y anuncio del Reino, sin embargo, con las grandes ilusiones, surgieron así, los primeros grandes retos, la primera y la que parecía la más compleja, era la parte logística, albergar y movilizar más de 30 personas no iba a ser una tarea sencilla, con todo lo que implica. Los materiales, la acogida, el tema de salud y los retos físicos que conlleva la enigmática y bella amazonia, no dejaban de ser preocupaciones, que gracias a las coordinaciones necesarias, el apoyo de misioneros, los padres y hermanos responsables, hicieron que esto quede como anécdota más de todo lo que puede ser posible, si se tiene voluntad y ganas de trabajar, aquí merece una mención especial, el consejo pastoral y animadores de la comunidad de Sauce, que, desde aquí, agradecemos y felicitamos por todo su esfuerzo, creatividad, generosidad y servicio en estos días.

Ahora bien, la misión ha implicado un trabajo en equipo muy exigente, cada comunidad ha estado integrada por seminaristas, misioneros vicentinos y laicos, de diversas edades y comunidades, con caracteres distintos, circunstancias diversas, pero con un interés común por hacer presente en Reino de Dios en nuestras vidas y la vida de los otros. Por otro lado, significaba un gran esfuerzo a nivel humano, ya que, en muchos casos, era salir de la rutina y de las comodidades citadinas, para compartir la sencillez y frescura del campo; con el esfuerzo físico para la movilización y un gran espíritu arraigado a Cristo para poder entender que él es el centro y razón de nuestra misión.

La misión ha dado muchos signos de esperanza y muchas llamadas de atención. Signos de esperanza frente a las grandes necesidades de la gente que no mitigan su corazón generoso. Ver y oír nuevamente las palabras machaconas de San Vicente De Paúl diciendo que Dios está en los sencillos, que en los pobres está la verdadera religión, que ellos serán los que nos abran las puertas de los cielos… Ver a tantos hermanos, descartados y vulnerados por la sociedad como nuestros amos y señores; y al mismo tiempo darnos cuenta que no siempre somos capaces de dar lo mejor, que nuestra preparación queda amilanada frente a las necesidades, no solo materiales, sino de escucha y comprensión. Reafirmar nuestro compromiso con los pobres, desde la fragilidad y nuestros humildes esfuerzos. Esto llama la atención, si es que hoy realmente somos capaces de llevar a Cristo, hacia los más pobres, creo que es el gran cuestionamiento que llevamos muchos, si realmente merecemos el título de misioneros, y si verdaderamente lo hacemos al estilo de San Vicente De Paúl.

Haciendo un balance, que sigue después de la misión, creo que muchas anécdotas han quedado en casa, en el caso de los laicos el reencuentro con sus familias, y nosotros los misioneros y seminaristas, emprender nuevamente el trabajo desde nuestras comunidades y la formación, queda el gran reto de continuar siendo testimonio de ese encuentro con Dios que hemos recibido, mantener el espíritu de oración, y entender que solo así somos capaces de todo. Asumir que no lo hemos hecho todo, y que el trabajo continuará, y que podemos seguir colaborando con ello desde donde estemos. Qué no debemos sentirnos los grandes triunfadores, sino los siervos inútiles, que vamos haciendo la voluntad de Dios en nuestras vidas, y que ese granito de arena, aquella semilla que hemos sembrado en estos días, si ha sido desde Dios y con el corazón, será como la semilla que cayó en el mejor terreno y que dará hasta el ciento por uno.

Finalmente, queridos amigos, hermanos, seminaristas, que han vivido esta experiencia, no se olviden de orar y seguir discerniendo qué es aquello que Dios busca de cada uno, quizá es uno de los mejores ejemplos que tenemos de San Vicente De Paúl y Santa Luisa de Marillac, como aquellos que buscaron para sus vidas, la propuesta de Dios para un servicio afectivo y efectivo. No olviden de orar por nosotros, por nuestra comunidad misionera, por las personas que han conocido y por tantos anónimos que han colaborado por este tiempo de gracia y bendición para todos ellos que nos han hecho sentir que la caridad sigue viva en nuestra familia Vicentina y que la misión continúa, y sigue siendo una realidad posible.

¡Qué Cristo evangelizador de los pobres siga intercediendo por nosotros!

Hno. Vero Carlos Ernesto Urbina Verona CM
Comunidad misionera Banda de Shilcayo

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