RELEYENDO LA HISTORIA DESDE LA FE
“El Cronista” – así llamado a quien pudo haber escrito los dos libros de Crónicas del AT- propone una interpretación de lo acontecido al final de los días del reino de Judá. Este reino que había sobrevivido al embate de los asirios en el s. VIII a.C., fue apartándose de la alianza hecha por Dios con David, desoyendo la voz de los profetas desde los líderes hasta el último de los miembros del pueblo. De esta forma, el Cronista propone una relectura de fe acerca de la terrible invasión de los babilonios, quienes destruyeron Jerusalén en el s. VI a.C. y llevaron exiliados a la élite del reino de Judá: fueron sus pecados e infidelidad los que contribuyeron a la debacle. Pero, se defiende claramente que Dios no actúa como los hombres, él permanece fiel a su alianza, y esto se demuestra porque ofrece una nueva oportunidad a los hijos de Israel, suscitando a Ciro, rey de Persia, quien, al vencer a los babilonios, favorece el retorno de los exiliados a Jerusalén. Una vez más el Cronista ofrece una interpretación de fe, esta vez, de este hecho histórico de la vuelta del exilio.
Justamente, el salmo que proclamaremos este domingo, es la expresión viva del dolor de los exiliados pues se hallan lejos de su tierra y añoran entonar sus cánticos como lo hacían en el Templo de Jerusalén.
La tradición paulina evoca el misterio de la salvación obrado por Cristo enfatizando que tal salvación se vive en el presente del creyente. No es algo que vendrá solo a futuro, sino que la fe en Cristo es la que ya en el hoy de la historia la hace posible. Y todo esto por puro don de Dios, no lo merecíamos, pero el Señor nos lo ha ofrecido.
El evangelio de Juan nos presenta este discurso de Jesús con Nicodemo, magistrado judío, cuyo nombre significa “la victoria del pueblo”, y que probablemente sea la personificación del judío heredero de la alianza, escrutador de la Escritura, que se encuentra temeroso (se acercó de noche) de aceptar plenamente al Enviado del Padre que está obrando los signos de Dios. No olvidemos que el autor de este cuarto evangelio presenta a sus personajes como personificaciones. Trae a la memoria el acto salvador/sanador de Dios por medio de la serpiente de bronce en la narración de Números, pero el elemento de comparación no está en la imagen sino en la “elevación” y en el efecto salvador de contemplarlo como se pedirá hacerlo con el crucificado entronizado en la cruz según este evangelio. Así, la glorificación de Jesús en la cruz se convierte en la mayor expresión del amor de Dios por los hombres, que entrega la vida de su único Hijo para salvar a todo el que cree en Él (puede que el sustrato de esta afirmación esté en la narración del sacrificio de Isaac).
Por eso el acto de fe es fundamental y marca el verdadero juicio que se presenta para el ser humano: o te abres a la luz o permaneces en la tiniebla. Es muy fácil equivocarse mientras se está oscurecido en la maldad, de allí la necesidad de acercarse y aceptar la luz para ver mejor las cosas y obras correctamente según la voluntad de Dios.
Leer la historia desde la fe se convierte en una tarea urgente del cristiano, y esta historia no es solo para llorar nuestra desgracia ante nuestro pecado sino reconocer cómo la misericordia de Dios no se cansa de ofrecer perdón y una nueva oportunidad para empezar. Por eso la salvación se da en el hoy de la historia y cobra sentido entonces el por qué es importante realizar obras buenas: son consecuencias de la salvación que hemos asumido en esta vida. Dios ya dio el paso definitivo en la obra de salvación, solo falta que nos decidamos a aceptar plenamente nuestra condición de salvados, de hijos de la luz, herederos de la vida eterna.