Celebramos junto con toda la Iglesia el segundo domingo de Cuaresma, que por el pasaje del evangelio que se proclama lo llamamos Domingo de la Transfiguración, así como al primer domingo lo llamamos Domingo de Tentación por el relato que nos trae el evangelio del primer domingo de Cuaresma. 

Lo primero que escuchamos en la proclamación del evangelio de este domingo es que el Señor Jesús elige a tres de los discípulos para que lo acompañen a subir un monte alto, estos tres amigos son Pedro, Santiago y Juan ante quienes se transfiguro. Los datos que nos hace saber el relato evangélico sobre la Transfiguración es que “Sus vestiduras se pusieron de una blancura resplandeciente, tan blanca como nadie en el mundo sería capaz de blanquearlas” con lo que nos trata de decir que lo que está ocurriendo no es obra humana sino obra de Dios, que como ya decía el profeta Isaías “aunque sus pecados fuesen como púrpura, blanquearan como nieve, aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana” es decir los discípulos están ante una “epifanía” donde no solamente contemplan al que los llamó cuando estaban allá en la orilla del lago y que ahora los eligió para subir con ellos al monte elevado sino que también contemplan a Elías y a Moisés con Él, con quienes conversa. 

Ser testigos de la manifestación de Dios provoca siempre una conmoción, como la que manifiesta Pedro, cuando luego de haber sido testigo de lo que se le ha permitido a él y los otros dos, se pone a decirle al Señor “Maestro ¡qué bien se está aquí! Vamos a armar tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías, la conmoción de la que hablaba antes ahora la identifica como “No sabía lo que decía, porque estaban llenos de miedo. Y es que estas manifestaciones de Dios o sus Ángeles siempre provocan miedo en aquellos que las experimentan, tanto así que cuando entran en presencia de los hombres lo primero que hacen es tratar de tranquilizarlos como aquella noche en las montañas de Belén cuando el ángel les dice a los pastores “…ellos sintieron un gran temor. El Ángel les dijo: no teman.” También encontramos esta experiencia cuando el Resucitado se presenta en medio de los discípulos “estaban hablando de esto, cuando se presentó Jesús… ¿Por qué se asustan tanto? ¿por qué tantas dudas… soy yo mismo” O en aquel otro pasaje donde camina sobre las aguas “los discípulos comenzaron a temblar y dijeron ¡es un fantasma! Y gritaban de miedo. Pero Jesús les dijo: ¡Ánimo! Soy yo, no teman. 

Ante el miedo experimentado se deja escuchar una voz que busca tranquilizar a Pedro, Santiago y Juan, y esa voz que brota desde la nube les hace saber “Este es mi hijo amado; escúchenlo”, igualmente aquí la nube quiere indicar presencia y manifestación de Dios quien cubre con su sombra a los discípulos, es posible que está imagen esté recordando aquellos pasajes del Éxodo “…miró el Señor desde la columna de fuego y de nubes…” “Al tercer día por la mañana hubo truenos y relámpagos y una nube espesa se posó sobre el monte…”, la imagen de la nube habla de la presencia de Dios. 

La voz que los discípulos han escuchado venir de entre las nubes los tranquiliza de tal manera que cuando miran a su alrededor solo ven al Señor Jesús.  

Al bajar de la montaña, el Señor Jesús pide a Pedro, Santiago y Juan que no cuenten “a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos”. Aunque ellos guardaron silencio sobre lo ocurrido en la montaña alta hay algo que no terminan de comprender y que le están escuchando por segunda vez eso de “Que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos” y buscando comprender de que se trata discuten entre ellos que quiere decir el Señor con eso. Esto será algo que olvidaran y no lograran comprender sino hasta después de la RESURRECIÓN del Señor Jesús y lo digo porque les costó creer en el anuncio que les hiciera María Magdalena y que luego el Señor les reprenderá “Les reprendió su incredulidad y obstinación por no haber creído a los que lo habían visto resucitado”. 

Que la Transfiguración del Señor sirva para que nosotros reconozcamos la presencia de Dios en medio nuestro. Para que superando nuestro miedo nos familiaricemos a su presencia en medio de nosotros y poder escucharle en aquello que Él nos quiera dar a conocer por medio de su palabra. Y sobre todo para que meditemos cada vez más sobre la Resurrección, especialmente en este tiempo en que vamos experimentando la muerte de muchos seres queridos, amigos, vecinos, conocidos e incluso desconocidos.  

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