ACOGIENDO LA SEMILLA DE LA PALABRA DE DIOS

Llamamos a Jesús Maestro porque dio a conocer el Misterio del Reino de Dios, pero con palabras sencillas, apelando a un estilo particular de enseñanza. Galilea, era una región campesina y de gente muy sencilla. El ministerio de enseñanza de Jesús tuvo como eje fundamental que el mensaje pueda ser acogido fácilmente. De esta forma, su predicación se basaba en ejemplos de la vida cotidiana del ser humano, como también referencias al orden de la naturaleza, con un objetivo claro: que el destinatario de la enseñanza capte la exageración del relato, lo cuestione, se disponga a tomar una postura y se comprometa a actuar. La parábola debía terminarla el que la escuchaba. Por eso es muy importante la iniciativa de Dios en la comunicación de su plan salvífico en la historia de la humanidad.

Sin duda, la profecía se convierte en un pilar fundamental de la revelación de Dios en cuanto al destino del pueblo de Israel en tiempos de la monarquía del reino de Israel y el reino de Judá. Dios no desperdicia su Palabra con el ser humano; exige de él una respuesta productiva, y eso es lo que expresa este fragmento de la profecía de Isaías en la primera lectura, con el cual se cierra el llamado Segundo Isaías (o Deutero-Isaías). Por eso, el efecto de la Palabra se traduce en una vida buena acorde con el deseo de Dios de conducir a la humanidad a su salvación.

En esta misma sintonía, esta perícopa del evangelio de Mateo, nos trae a la memoria una parábola muy conocida: la del sembrador. Por una parte, el que siembra no se cansa de sembrar y esto es esperanzador. El problema es el lugar que acoge la Palabra sembrada: no siempre resulta efectivo. Pero de pronto, el autor hace una pausa y decide fundamentar el valor de enseñar con parábolas. Si en el pasado, Israel no acogió plenamente la Palabra, ahora los que siguen a Jesús tiene una gran oportunidad, y se vuelven dichosos porque no solo han escuchado la Palabra, sino que la han contemplado hecha persona. Estamos obligados, por tanto, a dar fruto abundante y no convertirnos en terreno contrario a acoger esta semilla de la Palabra. La última parte, parece ser un añadido posterior, convirtiendo la parábola en una alegoría, quizá por la necesidad de que no se pierda el mensaje para las futuras generaciones con actitudes que el autor creyó conveniente resaltar para su comunidad.

Finalmente, Pablo en su discernimiento acerca de la vida en el Espíritu en esta carta a los romanos, propone que la vivencia “dolorosa” de nuestra fe en medio de dificultades, no se puede comparar con el destino final de los hijos de Dios, porque no es solo el ser humano quien necesita ser redimido sino toda la creación que ha sido lesionada por el pecado. Pero para que esta redención llegue a su plenitud, se debe superar momentos de sufrimiento y dolor, de incomprensión y hostilidad por causa de la fe. La comparación de la mujer a punto de dar a la luz es suficientemente clara para corroborar el mensaje.

No te quedes aguardando algo que ya posees; vive plenamente tu dignidad de cristiano hoy, que gozarás de la plenitud de la misma al despuntar la gloria de Dios en su manifestación final. Dios no solo se hizo hombre, sino que su mensaje se hico

tan cercano al ser humano que debemos dar gracias por ese gesto de amor para con nosotros. El salmo 64 expresa vivamente esa comparación con el campo productivo hecho obviamente poesía y alabanza a la vez. ¡Qué sería de los hombres sin este regalo maravilloso del ciclo de la producción del campo! Pero, nosotros los seres humanos tenemos un compromiso que hacer ante este regalo de la creación. Alegrémonos pues porque “la semilla cayó en tierra buena y dio fruto

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