LA HUMILDAD DEL GRAN DIOS

Dios se pronuncia desde su lógica que no es compatible muchas veces con la de los seres humanos. La restauración de Israel que habla el profeta Zacarías no se dará por la fuerza de las armas sino por la presencia del rey elegido por Dios que entra triunfante, pero humildemente, sentado, no sobre un caballo, sino sobre un joven borriquillo. Esta profecía forma parte del llamado Segundo Zacarías, que lo suelen ubicar entre los siglos IV y II a.C., en la crisis de la dominación macedonia y la irrupción de la griega seléucida. Son tiempos difíciles para los judíos, y respiran nuevamente el temor de ser fuertemente reprimidos por la invasión extranjera, luego de sus intentos de restauración post-exílica. Hay una corriente fuerte de esperanza entre los judíos y es la irrupción de un “mesías” – que se convierte en la impronta de la elección de Dios -, como un anhelo de liberación, pero sumamente contradictorio, pues no se apela ya a la fuerza, capaz de doblegar carros y caballos, destruir arcos y cualquier arma, para hacer imperar la paz, sino a la sencillez y fragilidad de la presencia de un rey pacífico, cuya soberanía no solo será sobre Israel sino para todas las naciones. Esta es la soberanía de Dios, la que no se logra con violencia sino con la paz; la que solo pueden entender los sencillos y no los déspotas, la que realmente es capaz de restaurar la humanidad desorientada por el egoísmo y el abuso del poder. En sintonía con esta reflexión, Pablo presenta la antítesis de vivir según la carne y vivir según el Espíritu. El que ha aceptado la fe en Cristo ya no se ve arrastrado a una vida sujeta a la “carne” (sentido de fragilidad) porque al acoger al Espíritu, debe vivir según sus inspiraciones. Quizá el gran problema de la interpretación paulina de la “carne” siempre ha sido un escollo para una adecuada interpretación. Muchos hablan de que Pablo está refiriéndose a los pecados sexuales con este término, pero si seguimos bien el desarrollo de lo que expresa, el apóstol de los gentiles está comentando acerca del estilo de vida en donde solo Dios tiene cabida. Si un creyente dejó su vida pasada de desorden y desidia, y aceptó plenamente en su corazón a Jesús, no puede seguir aferrándose a las actitudes que abandonó. Pablo intuye que esta situación no haya sido comprendida en la primera evangelización, pues sabemos que esta carta fue escrita porque Pablo quería ser aceptado antes de visitarlos e iniciar una última empresa misionera desde la capital del Imperio. Las exigencias de ser cristiano debían ser muy conflictivas ante la presión externa de los romanos paganos, y puede que muchos de aquella comunidad de Roma, se hayan visto arrastrados a renunciar a las exigencias propias de su fe cristiana para volver a practicar las costumbres desordenadas de una vida sin control antes de haber conocido el evangelio, y que irremediablemente los llevaba a volver a las prácticas idolátricas. Pablo quiere que se convenzan que la fuerza del Espíritu recibida en el bautismo ha transformado al creyente y le ha ofrecido la vida plena ya, pero a su vez en la expectativa de lo que está por venir: la resurrección de los muertos. Esto es lo que entendería Pablo por vivir según el Espíritu, y por ello, es preciso insistir que si se continúa con una vida según la carne

la mirada solo quedará puesta en la muerte, mientras que una vida según el Espíritu dará muerte a esos apetitos desordenados, y ciertamente, vivirán.

El evangelio de Mateo nos presenta una oración de alabanza que hace Jesús concluyendo una sección de la cual podemos destacar la última frase de una perícopa anterior: “pero, la sabiduría ha quedado avalada por sus obras” (Mt 11,19b). Esta sabiduría que trae Jesús, ha sido rechazada por los sabios y entendidos de este mundo, en aquellos que pudiendo creer en las señales de Jesús, terminaron oponiéndose como las poblaciones galileas que han sido testigos de los portentos de Jesús, pero no han manifestado cambio alguno (Mt 11,20-24). La sentencia es sorprendente: habrá más tolerancia el día del juicio para ciudades paganas como Tiro y Sidón, o más conmiseración con Sodoma que a estas ciudades por donde pasó el mismo Jesús. ¿Por qué no se comprometieron con Jesús? Porque les faltó algo importante: ser sencillos. El misterio del amor de Dios no lo va poder asumir quien vive en el egoísmo y la soberbia y Jesús ensalza esa sabiduría divina. Éste puede admirar a la persona de Jesús, pero si continúa aferrándose a su propio parecer no conocerá ni al Hijo ni al Padre. Por tanto, el camino de la fe no es el logro del esfuerzo humano sino la aceptación de un don preciado que ha venido a uno mismo. La pesada carga de la vida aumenta en la medida que te llenas de abusos, intolerancia y opresión. Déjate ayudar por quien puede aliviar tu carga, porque no se renuncia a que la cargues, sino se te invita a sobrellevarla con un apoyo extraordinario, porque él mismo se presenta como modelo de sencillez y humildad.

No es fácil vivir estas virtudes, aunque todos las apreciamos, e incluso consideramos que nuestra humanidad necesita más testimonios de gente sencilla y humilde, pero contribuimos a la publicidad de personas “famosas”, “ricas”, “poderosas”; a quienes supuestamente han alcanzado el “éxito” y la “felicidad” sustentados en el dinero y el poder. ¡Qué tamaña falsedad! Dejemos de lado todo aquello que nos aleja de la virtud de la sencillez y la humildad. No escondas quién eres realmente; así te tienen que amar y apreciar; y que tu humildad te abra las puertas de las verdaderas amistades. Sigue el ejemplo del Maestro, del Hijo de Dios, que se dio a conocer desde la sencillez y la humildad de su vida y su misión. Ya viene nuestro Rey Jesús sentado sobre un pollino; requiere de corazones sencillos que se dejen guiar por el Espíritu y será él quien presente su oración de alabanza ante el Padre, porque solo aquellos pueden recibir el Misterio del amor de Dios y exclamar a viva voz: “Te bendeciré por siempre tu nombre, Dios mío, mi rey”. Este Salmo 144, un salmo que ensalza la realeza de Dios como soberano de todo lo creado, replantea notoriamente la visión del estilo de gobernar este mundo. El salmista reconocía la autoridad de su rey, pero entendía que el verdadero soberano era Dios, y desde allí podían también criticar y cuestionar a sus líderes, y de ello se encargaron muy bien los profetas. Hoy más que nunca frente a la fuerza del poder y de la soberbia, humildad y sencillez; pues la paz no se consigue con guerras y opresión, al menos la verdadera paz de la que Dios es su fuente, esa paz es un don y Dios nos la da gratuitamente, si tenemos un corazón humilde.

Leave Comment