El texto del evangelio de este tercer domingo de Pascua nos presente el pasaje evangélico que es continuación del relato de “los amigos de Emaús”, quienes después de haber reconocido al Señor al partir el pan regresan presurosos a Jerusalén para encontrarse con los demás discípulos a quienes les relatan su encuentro con el Señor por el camino y como lo reconocieron al partir el pan.
Es en este contexto, cuando el Señor resucitado se hace presente en medio de ellos, tomándolos por sorpresa de tal manera que creían ver un fantasma.
¿Cómo así los discípulos no terminan de creer que el señor ha resucitado? ¿Por qué el miedo? ¿De dónde nacen sus dudas?
Por el desarrollo del relato del evangelio, pienso que todo esto les sucedía a los discípulos porque se habían olvidado de lo que les había dicho el señor mientras estuvo con ellos, además de haber olvidado lo que las escrituras decían del Cristo.
Pero como el Señor Jesús resucitado está en medio de los suyos para disipar cualquier duda sobre su resurrección, les empieza a dar pruebas de que efectivamente es el mismo al que habían seguido en vida y luego habían visto morir colgado en la cruz.
La primera prueba que les da sobre la veracidad de su resurrección es sobre las huellas de su crucifixión, por eso les muestra las huellas que en sus manos y los pies han dejado los clavos que lo sostuvieron pegado a la cruz.
Luego está la prueba de su corporalidad para convencerles que no es un fantasma y por eso pide ser tocado, sin paño de hombros ni guantes, y noten que es uno como cualesquier de los presentes, sin resplandores, normalito, tiene carne y huesos.
Ante estas primeras pruebas de su resurrección ofrecidas por el Señor resucitado los discípulos empiezan a reaccionar y entonces se empezaron a alegrar, aunque siguen asombrados ante tan grande portento.
Luego el Señor Jesús resucitado sigue ofreciendo a los suyos más pruebas en torno a su resurrección y para ello pide un poco de comida y tomando el trozo de pescado asado ofrecido lo come delante de ellos, como diciendo con el gesto para que vean que no soy un fantasma porque los fantasmas no comen como ven que yo como.
Y va terminando el Señor Jesús de dar pruebas sobre su resurrección recordándoles lo que Él les había enseñado y les concede la capacidad de entender las Escrituras haciéndoles notar que en Él se habían cumplido: “el Cristo padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos”.
Para terminar, le deja la tarea de ser testigos de su resurrección ahora que ya están convencidos que efectivamente el señor Jesús ha resucitado, y es que esta tarea solo puede llevarla adelante quién está convencido en su mente y en su corazón de que realmente el Señor ha resucitado y vive para siempre.
QUE LA ALEGRÍA QUE NOS TRAE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR JESÚS PERMANEZCA Y CREZCA EN NUESTRO SER Y ASÍ CADA UNO DE NOSOTROS NOS CONVIRTAMOS EN SUS TESTIGOS DE TAL MANERA QUE PODAMOS HACER UN ANUNCIO GOZOSO DE NUESTRO ENCUENTRO CON EL RESUCITADO.