“TAMBIÉN NOSOTROS VAMOS CONTIGO”

Lucas ha recogido la tradición primitiva del anuncio kerigmático de los apóstoles (“la derecha de Dios lo exaltó”) para dejar constancia a las futuras generaciones que aquella obra no provenía de la naturaleza humana, sino del designio salvador de Dios. De esta forma, la suerte del discípulo debía ser la misma que la de su Maestro. Las autoridades religiosas se sienten comprometidos ante lo que está sucediendo y pretenden encadenar la Palabra predicada por los apóstoles, pero la represión solo genera gozo y esperanza para quienes es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres.

Continuamos en la segunda lectura, la visión inaugural del Apocalipsis, donde el vidente revela el único trono al que se le debe rendir honor y gloria, el trono de Dios. Los poderes de este mundo pretenden usurpar la autoridad de Dios, y ante el lamento del vidente de no poder encontrar alguien digno de abrir el libro de la vida, surge el elegido: un Cordero degollado. El sacrificio redentor de Jesús pasa a configurar la esperanza de una comunidad que sufre hostilidad, pero que se sabe vencedora ya antes de tiempo. No se debe rendir postración ni adoración a otro ser que no sea el Señor de la historia y a su Mesías, el Cordero que quita el pecado del mundo.

Siguiendo la temática de las apariciones del resucitado en los evangelios de estos domingos de pascua, la tradición joánica nos relata esta extraordinaria narración. Aquella tradición de una pesca milagrosa que también recoge Lucas, es puesta por el autor del cuarto evangelio en clave pascual. Simón Pedro se anima a volver al origen de su vocación y sus compañeros no lo quieren dejar solo en ese viaje, y deciden acompañarlo. Es muy importante aquí el valor de la comunidad, pues será justamente aquella, la que experimente el gozo de un desayuno agradable, al reencontrarse con su Maestro resucitado. La aparición súbita de un hombre en la orilla rompe la tranquilidad de la aventura, y les augura una buena pesca si saben echar bien la red en el lugar adecuado. Más, la iniciativa del discípulo amado termina por impactar a Simón Pedro, quien, aun tocado por las negaciones hechas a su Maestro, al escuchar: “Es el Señor”, decide lanzarse al agua para llegar a la orilla, al encuentro de aquel que en un primero momento no pudo reconocer. Ellos traen peces, pero el Señor ya tiene el desayuno listo para sus amigos. Nadie quiere hablar, todos quieren contemplar y gozar de aquel momento de compartir fraterno. Pero, falta un detalle, Simón Pedro que ha visto las brasas preparadas por Jesús, ha vuelto su recuerdo a aquellas otras brasas que acompañaron sus negaciones. Es el momento de la reivindicación. Jesús confía nuevamente en Pedro para pastorear a sus ovejas, pero debe comprender que esa suerte de autoridad no es como la de los hombres, allí también está el discípulo amado, y sus otros compañeros. Simón Pedro lo terminará de comprender cuando sea también martirizado, tal cual lo anunció el Señor. Jesús confió nuevamente en sus amigos, vio en ellos algo que a veces no vemos nosotros cuando necesitamos confiar. Pero, la tarea no fue solo para Pedro, sino para sus compañeros. Hoy recae en nosotros esta responsabilidad, por lo que de vez en cuando nos haría bien volver a nuestra vocación, a ese punto de origen, donde todo empezó, para recuperar el impulso y no decaer ante la hostilidad y las dificultades que puedan surgir. Gracias Señor por confiar en nosotros, gracias por ser tus discípulos, gracias por perdonarnos, gracias por dejarte amar.

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