LLAMADOS A CREERLE A DIOS

Una historia que vale la pena compartirla:

Había una señora que estaba muy preocupada y triste. Tenía un dolor en su corazón que no le dejaba: su hijo estaba “vegetal” (tenía en una clínica muchos aparatos, cables, respirador artificial, etc). Ya los médicos habían hablado a manera de “sentencia final” con la familia: con su hijo ya no podemos hacer nada, sólo toca esperar hasta que se muera, además están gastando mucho dinero, ya no se puede hacer nada, hicimos lo que estaba a nuestro alcance.

La señora, a quien llamaremos “Chavelita”, fue a la misa de una parroquia que habían programado para orar por los enfermos. Al final de la misma, hubo adoración y exposición del Santísimo, se oró por todos los enfermos del alma y del cuerpo, luego se paseó el Santísimo dentro del mismo templo, bendiciendo a todos. Chavelita se sentó en la 1ra banca, a su costado puso en una bolsa parte de la ropa de su hijo. Al acercarse el Santísimo por ese lado, ella hizo el ademán de tocar la custodia con una mano y con la otra la bolsa. Eso es lo único que hizo, aunque seguía llorando. Al día siguiente Chavelita fue a la clínica, y delante de los médicos, familiares y amigos el joven abrió los ojos y pidió de comer para gloria de Dios. ¿Cuántos de nosotros tenemos fe? Seguro que todos levantaríamos la mano. Y si preguntara, ¿cuántos de nosotros le creemos a Dios? O ¿a cuántos de nosotros se “nos nota” que somos creyentes? ¿Realmente me fío de Dios? ¿Solamente le creí a Dios cuando recibí mi primera comunión o confirmación o cuando fui a un encuentro espiritual “muy bonito”? ¿En las dificultades y tristezas también le creo a Dios?

La indiferencia religiosa, la poca fe, el cuestionamiento a Dios mismo, a la biblia, a los mandamientos y sacramentos, el miedo, son entre otras cosas, enemigos de la fe: “¿Hasta cuándo pediré auxilio, Señor, ¿sin que me escuches? ¿Te gritaré violencia sin que me salves?” (Hab.1,2-3; 2,2-4). Somos especialistas en dudar de Dios constantemente. Y es que confirmamos aquel dicho popular: “ver para creer”, cuando debería ser al revés: “creer para ver” la gloria de Dios. ¿Acaso porque muere un ser querido o porque tenga uno o un millón de dificultades y enfermedades voy a dejar de creer en Dios? Si pensamos así, nos equivocamos totalmente (cf.Rom.8,35-37).

Para la gente que va por ese camino de la incredulidad, habrá que escucharle a San Pablo que se atrevió a decirle a su amigo Timoteo lo siguiente: “Te recuerdo que reavives el don de Dios que has recibido” (2Tim.1,6-8.13-14). Cuál sería la motivación de por qué renovar o reavivar la fe: “Dios no nos ha dado un espíritu de temor”. No tengamos miedo de creerle a Dios, de confiar en Él, de fiarnos de Él como un niño que corre tras los brazos de su madre.

Cuánta gente hay que confunde la fe con un sentimiento. Te recuerdo que este es pasajero: hoy estoy triste, mañana alegre, pasado muy triste, etc. Nuestra fe no se basa en sentimientos, nuestra fe se fundamenta en certezas (Hb.11,1.6). Luego de que los Apóstoles le pidieran a Dios que les aumentara la fe, Jesús les retó a fiarse de Dios: “Si tuvieran fe como un granito de mostaza, dirían a ese árbol: arráncate de raíz y plántate en el mar. Y les obedecería” (Lc.17,5-10).

El nuevo catecismo nos puede inspirar y fortalecer en nuestra fe: “Fe es, ante todo, una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado” (n°150). Es relación con Dios, es creer en sus promesas, que todas son de salvación. Chavelita, personaje de la historia, le creyó a Dios. Su mente sabía lo que los médicos le dijeron, que ya no le quedaban muchos minutos, pero ella se atrevió a confiar en Dios, a creerle a Dios, por eso es que puso su entera confianza en Él que todo lo puede y todo lo hace bien.

Animémonos cada día a creerle a Dios, para que eso se note cada día de nuestra vida. No hay excusas, Dios siempre cumple lo que promete. Es más, hoy podemos hacer ese acto de fe de los Apóstoles: “Auméntanos la fe”.

Todos estamos llamados a creerle a Dios.

Con mi bendición.

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