Queridos amigos, reciban mi atento y cordial saludo en este sexto domingo de Pascua, “día del Señor”.

Hoy es un día muy bonito para ofrecer nuestra oración por las mamás, en ocasión de celebrar el día de la madre. Dios las bendiga a quienes son madres y tienen “¡el corazón de madre!”.
Las lecturas de este Domingo, nos preparan para las celebraciones de la Ascensión y Pentecostés, por eso tienen ese sabor de despedida y de anuncio que ya viene el Espíritu Santo.
En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles (8,5-17), se nos presenta el avance de la Palabra de Dios que va llegando a otros pueblos distantes de Jerusalén. Es el Espíritu de Dios que va conduciendo a los que dan testimonio de Cristo Resucitado. Cuando Felipe anuncia a Cristo, “la ciudad de Samaria se llenó de alegría”. Pedro y Juan fueron donde ellos ,y luego de hacer oración, les comunicaron el Espíritu Santo por la imposición de sus manos. El Espíritu Santo va confirmando la fe en Cristo Resucitado.

El salmo 26, se hace canto que “aclama al Señor, el Señor hace maravillas”.

En la carta del apóstol Pedro (IPe.3,15-18), el apóstol exhorta a mantenerse firmes en la persecución por el anuncio del Nombre de Jesús. Hay que glorificar a Cristo con la Vida y “estar siempre prontos para dar razón de nuestra esperanza en Cristo”. La muerte no venció al autor de la vida, el Espíritu de Dios prevalece sobre la muerte.

El evangelio de San Juan (Jn.14,15-21), nos recuerda que Cristo nos ama porque él Padre lo ama, y es este amor que se prolonga en el modo de relacionarse en los discípulos de Jesús. El amor a Dios da sentido a los mandamientos, y el amor es “el santo y seña” para la presencia del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo en nuestra vida.
Cristo presenta al Espíritu como “defensor” de la vida, y también lo presenta como “Espíritu de la Verdad”. Es que el Espíritu viene de Cristo, y él es “el camino, la Verdad y la Vida”.
La “Ascensión” del Señor , nos fortalece en la fe y la esperanza. Cristo “no nos dejará huérfanos”, porque él volverá y por la fe lo reconoceremos y gozaremos del amor de su presencia en nuestro corazón. Los discípulos de Cristo nos hacemos portadores de Cristo, testigos de la fidelidad de su Amor.
“¡Invoquemos la acción del Espíritu Santo para nuestra vida!

Los tendré presentes en la misa que celebraré hoy, y de un modo especial por las madres vivas y difuntos, que viven en nuestro corazón.
Que pasen un bonito domingo en familia.
Invoquemos a la Madre de Jesús, y Madre nuestra, para que nos alcance aquellas gracias que deseamos alcanzar.
¡Oh María sin pecado concebida. Ruega por nosotros que recurrimos a Ti!

P. Rubén Pedro Borda, cm.

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