Queridos amigos

El evangelio de “los dos de Emaús” (Lc 24, 13-35), nos cuenta el regreso a su pueblo de dos discípulos decepcionados de Jesús. Sucedió en la tarde de la Resurrección y probablemente se trata de los esposos Cleofás, que estuvieron con María al pie de la cruz (Jn 19,25). El relato es patético, pero también sugerente, pues “los dos de Emaús” podríamos ser tú y yo, seguros de que lo que les pasó a ellos es lo que nos pasa a nosotros y a millones de cristianos como nosotros, que no nos sentimos acompañados ni acompañando a Jesús, que va a nuestro lado.

Preocupados por el hecho histórico de la Resurrección de Jesús, ciframos nuestra fe en el sepulcro vacío y en las apariciones. Si Jesús no hubiera resucitado, la predicación y la fe serían vanas, nos dice San Pablo (1 Cor 15,14). Ciertamente, pero el hecho de la resurrección de Jesús es insuficiente para animar nuestra entrega total al Señor. Bienaventurados los que, sin haber visto, creen, dirá Jesús a Tomás, que pedía a gritos tocarlo para creer en Él (Jn 20, 25-29). El hecho de la resurrección del Señor es en sí fundante, pero pide que cada uno lo haga suyo desde su experiencia de fe. Es merced a esta experiencia de fe en Jesús, que Tomás caerá a sus pies para decirle “¡Señor mío y Dios mío!”, dispuesto a dar su vida por Él, como de hecho la dio.

Como a “los dos de Emaús”, Jesús se nos hace el encontradizo y camina a nuestra vera. Pero no lo reconocemos. Quizás porque estamos más interesados por los hechos y los sucesos que le pasaron a Jesús, que por el mismo Jesús. Sucede lo mismo cuando nos habla de la Escritura, haciéndonos ver que toda la Escritura habla de Él y de su ingreso a la gloria a través de la cruz. Lamentablemente, también aquí, los textos sobre Jesús nos interesan más que el mismo Jesús.

Es significativo que sólo en la fracción del pan  se dieran cuenta de que su compañero de viaje era Jesús. Ni cuando socializó con ellos ni cuando les explicó las Escrituras. Sólo cuando partió el pan con ellos. Es el mensaje que “los dos de Emaús” corrieron a transmitir a los Once: Jesús se nos ha aparecido en la fracción del pan (la eucaristía). Ciertamente, hay una conexión directa entre eucaristía y resurrección. (Jn 6,51.54), que es por lo que Jesús parte el pan (su vida) con nosotros. Y quiere que nosotros compartamos con los hermanos nuestro pan de cada día (bienestar, tiempo, amistad, oración…). Es el camino que Jesús ha escogido para hacerse visible, creíble, amable y aceptable, por los hombres.

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